Seguramente habrá es la parábola del hijo pródigo en la Biblia. Así como el hijo volvió a casa de su padre, también yo regresé a casa del Padre, y sentí Su cálido amor que nos cubre con “el mejor vestido” y mata “al becerro más gordo” para nosotros (véase Lucas 15:11-24).
Cuando era aún pequeña y cursaba el segundo grado, sentí ese tierno amor del Padre, que en un instante trajo curación a mi vida. En ese entonces padecía de asma, y dos o tres veces por semana visitaba el consultorio del médico, anhelando ser sanada de esta enfermedad. No podía jugar libremente como mis hermanos y amigos.
Gracias al amor de Dios, mis padres encontraron la Christian Science y yo inmediatamente comencé a ir a la Escuela Dominical. Realmente me encantaba lo que nos enseñaban en las clases, que el hombre es la imagen de Dios, perfecto porque Dios es perfecto. Después de que mi familia entró “a la tierra de la Christian Science” (Ciencia y Salud, págs. 226-227), y comprendimos mejor cómo orar, en corto tiempo me sané por completo. Me sentí como la hija libre de Dios.
Después de ingresar a la universidad me dejé influenciar por mis amigos y dejé de practicar la Christian Science. Luego me casé con un hombre que tenía intereses afines a los míos y que era muy responsable, aunque tenía una religión diferente de la mía. Tuvimos una hija a quien queríamos mucho.
Como residíamos en Jakarta y mis padres también se mudaron allí y eran activos en la iglesia de la Christian Science, empecé a reconocer cosas que había visto cuando era niña: la Biblia y Ciencia y Salud abiertos al lado de la cama de mis padres; publicaciones periódicas de la Christian Science por todas partes; problemas que se resolvían después de conversaciones o visitas con un practicista.
Mi corazón ansiaba regresar a la Christian Science. Finalmente decidí volver a la iglesia. Nuestra hija se hizo alumna de la Escuela Dominical y mi esposo visitaba la iglesia de la Christian Science frecuentemente. Después de esto nuestra vida se tornó más feliz y verdaderamente sentimos la protección y la bendición de Dios.
La verdad que habíamos estado aprendiendo finalmente tuvo que ser demostrada cuando mi esposo me dijo que tenía una protuberancia en el pecho. Tres semanas después se había hecho más grande y dolorosa. Acordamos resolver este problema por medio de la Christian Science y pedimos ayuda a un practicista, quien nos guió a elevar nuestro pensamiento espiritualmente, de acuerdo con Ciencia y Salud, y esto trajo la curación que esperábamos. El practicista nos recordó: “No hay ni lugar ni ocasión en la Ciencia para error de ninguna clase” (Ciencia y Salud, págs. 232-233). También estudiamos este pasaje: “El punto de partida en la Ciencia divina es que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo, y que no hay otro poder ni otra Mente —que Dios es Amor, y que, por lo tanto, es Principio divino” (ibid., pág. 275). Nos mantuvimos firmes en estas y otras verdades. Al poco tiempo la protuberancia drenó y desapareció sin dejar ningún trazo.
Un colega de mi esposo fue testigo de esta curación y quiso saber más acerca de cómo alguien podía ser sanado sin tratamiento médico. Así que le regalamos un ejemplar de Ciencia y Salud.
También nuestra hija, antes de comenzar a ir a la Escuela Dominical sufría a menudo de ataques repentinos de alta temperatura. Esto jamás volvió a ocurrir. Cuando surge algún problema, ella se comunica con su maestra de la Escuela Dominical, y al escuchar las verdades que su maestra le dice, se sana.
Yo también estoy teniendo curaciones como cuando era alumna de la Escuela Dominical. Estoy aprendiendo a recurrir a Dios con todo mi corazón.
Hace unos meses me molestó bastante una irritación en el cuello que se fue esparciendo gradualmente. Al principio tuve mucho miedo. Pero llegó un momento en que pensé: “Este es el momento de volverme a Dios”. De modo que me aferré a la verdad espiritual de que vivo, me muevo y tengo mi ser en Dios, y de que no hay lugar para enfermedad de ninguna clase, porque Su creación me incluye. Esta fue una verdad sanadora. La irritación desapareció sin dejar rastro.
No hay palabras adecuadas para expresar el gozo que siento de que Dios me haya guiado de regreso a Su iglesia. Creo que la verdad de estas palabras será aceptada y reconocida por todo el mundo: “Paso a paso hallarán los que en Él confían que ‘Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones’” (Ciencia y Salud, pág. 444).
Jakarta, Indonesia