Cuando estaba por terminar el décimo grado, fui a ver a mi profesor de física porque quería estudiar matemáticas a nivel "C", que por lo general es sólo para chicos, porque requiere mucha matemática, física y química.
El profesor se río de mí. Me dijo: "Vas a fracasar rotundamente". Yo me dije: "Lo voy a intentar. Si Dios me guía para cumplir con todos los requisitos, voy a aprobar. Y si no es así, haré otra cosa".
Al término del onceavo grado, teníamos que aprobar un examen que se llama "probatorio", que todavía existe en Camerún. Yo lo aprobé. Mi profesor de matemáticas me preguntó si no le había pagado a alguien para que me ayudara a aprobar el examen.
Le dije que no, porque hacerlo sería deshonesto. A mí me gustaba hacer el trabajo yo misma.
No obstante, durante el último año de la escuela secundaria, a principios de año tuve un problema. Estaba obteniendo muy malas calificaciones en física. Tenía miedo de que me fuera mal en el último examen, que se llama el "bachillerato". Mi abuelo me decía: "Tú vas a ser la primera de la familia en obtener este diploma. Te tiene que ir bien". Y yo pensaba: "Si no apruebo, ¿qué me dirá?"
Me sentía angustiada. Me dije que tenía que orar, que tenía que recurrir a Dios. También, recordé que la Biblia dice: "Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán" (Isaías 40:31). Estas palabras realmente me ayudaron porque trabajaba muy duro y dormía muy poco.
Después de haber dormido poco por casi un mes, me ayudó mucho este pasaje de Ciencia y Salud: "Tomad posesión de vuestro cuerpo y regid sus sensaciones y funciones. Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de eso, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre" (pág. 393). De esto comprendí que estaba "divinamente" dotada. Dios me ha dado a mí —y a todos Sus hijos— cualidades infinitas de inteligencia y resistencia. Tengo la capacidad de trabajar sin sentirme sobrecargada. No importaban las calificaciones que fuera a obtener. Durante el examen, simplemente permitiría que Dios hiciera Su voluntad.
Cuando dí el examen, no tuve miedo en ningún momento. Por lo general, durante un examen, tengo muchas dudas. Pero en esa ocasión tuve la confianza de que cada palabra que estaba escribiendo, cada oración que citaba, era la correcta. No tenía que volver a corregir las cosas, porque tenía la certeza de lo que estaba escribiendo. Aprobé el bachillerato, con mención honorífica, algo que no es fácil lograr en el nivel "C".
Me sentí muy feliz de haber aprobado. Le agradezco a Dios por todo lo que hizo. Su voluntad es siempre la que debemos expresar. Ahora me doy cuenta, más que nunca, de que no necesito aceptar las limitaciones cuando por ejemplo me dicen: "No, no deberías hacer eso porque eres una chica". Dios nos permite hacer todo lo que necesitamos hacer. Y hacerlo bien.
Douala, Camerún