Cuando tenía dieciséis años, decidí tomar casi todas clases de ciencias naturales. Al principio del año, me sentía muy feliz porque estaba en la misma clase con mis amigas. Pero mi clase de biología incluía lecciones que me hacían sentir my incómoda. No me gustaba la idea de aprender cosas que parecían apartarme de verme a mí misma espiritual, como la "imagen" de Dios, como dice la Biblia (Gén. 1:26, 27).
Mi mamá me sugirió que cambiara de vocación. Yo pensé en estudiar economía, pero era una decisión bastante difícil porque tendría que dejar a esas amigas que me había sido tan difícil encontrar. También me preocupaban las críticas de mis profesores, de mis compañeros, y del rector de la escuela.
De modo que decidí poner la situación en manos de Dios. Mi maestra de la Escuela Dominical me dio algunas citas para que leyera, como este versículo de la Biblia: "Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos" (Salmo 32:8). Y esta cita de un libro de Mary Baker Eddy: "Ahora bien, ese mismo Dios es nuestra ayuda. Él nos compadece. Él tiene misericordia de nosotros y dirige todas las actividades de nuestra vida" (La unidad del bien, pág. 3). Así pude comprender que Dios me estaba guiando, que Él gobernaría mi futuro, y que ese futuro sólo podía ser bueno.
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