Veo el futuro como un ideal, lleno de progreso y alegría. Cuando pienso de esta manera sé que las decisiones van a ser correctas.
Pero a veces cuando tengo que tomar una decisión, me invaden pensamientos inquietantes. No confío en la voluntad de Dios. En consecuencia, me invaden pensamientos de confusión, inseguridad, tristeza, ingratitud.
No obstante, sé que los pensamientos que me hacen sentir triste y confundida no vienen de Dios, por lo tanto, no me pueden influenciar. Cuando comprendo esto comienzo a orar otra vez, pero de verdad. Pongo toda mi confianza en Dios, y oro: "Dios, yo sé que soy tu reflejo y te puedo escuchar siempre".
Entonces me tranquilizo. Pongo de lado la confusión que me hace especular sobre las ventajas y desventajas materiales de una decisión. Dejo de sentirme mal. Me siento agradecida por todo lo que tengo. Me doy cuenta de que no me falta nada, que Dios está siempre conmigo, y que siempre puedo confiar en Él. Me doy cuenta de que la felicidad es real, duradera y espiritual. Y que los pasos que necesito dar se manifestarán. Percibo que puedo permanecer en paz porque Dios es uno, y mi pensamiento es uno con Él. Puedo progresar. Puedo sentirme contenta.
Es tan lindo saber que Dios está conmigo, guiándome. Siempre está mostrándome la verdad, mostrándome tranquilidad, amor, inteligencia y paciencia. Me está mostrando que soy Su reflejo espiritual y que Lo puedo escuchar constantemente. De modo que no tengo razón de temer que vaya a tomar decisiones incorrectas. Puedo confiar que son la voluntad de Dios, y que me llevarán a progresar espiritualmente.
En Ciencia y Salud hay un pasaje que declara que la voluntad de Dios es buena. Dice así: "El Espíritu, Dios, reúne pensamientos informes en sus causes adecuados y desarrolla esos pensamientos, tal como abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que ese propósito aparezca" (pág. 506).
El Bolsón, Río Negro, Argentina