Veo el futuro como un ideal, lleno de progreso y alegría. Cuando pienso de esta manera sé que las decisiones van a ser correctas.
Pero a veces cuando tengo que tomar una decisión, me invaden pensamientos inquietantes. No confío en la voluntad de Dios. En consecuencia, me invaden pensamientos de confusión, inseguridad, tristeza, ingratitud.
No obstante, sé que los pensamientos que me hacen sentir triste y confundida no vienen de Dios, por lo tanto, no me pueden influenciar. Cuando comprendo esto comienzo a orar otra vez, pero de verdad. Pongo toda mi confianza en Dios, y oro: "Dios, yo sé que soy tu reflejo y te puedo escuchar siempre".
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