Estaba de viaje, y le pedí a una chica que hacía poco que conocía que viniera a mi apartamento. Pensaba pasar una linda velada conversando con ella para conocerla mejor. Pero lo que ocurrió esa noche me produjo un profundo shock.
Poco antes de que ella llegara, me embargó un intenso deseo sexual. Lo único que deseaba era ir a la cama con ella. Esto me perturbó mucho. No quería tener relaciones prematrimoniales porque sabía por experiencia que nos iba a hacer daño.
Con esta tremenda lucha en el pensamiento, recurrí a Dios de todo corazón en oración, aunque parte de mí me decía: "iNo, no ores!" Me sentí como el hombre de la Biblia que dice: "Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Rom. 7:19).
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