Comencé a los quince, cuando estaba en la secundaria. A esa edad fumar es algo muy común, y se hace con mucha inocencia. Se te hace que fumar te da cierta importancia, especialmente cuando te encuentras con otros chicos que fuman. También se piensa que hacer algo prohibido, desobedecer un poco las reglas, es divertido.
Cuando tienes quince años, también te presionan un poco los amigos. Formas parte de cierto grupo y te ofrecen un cigarrillo. Es difícil decir que no. A esa edad, yo no tenia mucha confianza en mí misma. No tenía una norma que seguir. De manera que comencé a fumar porque me ofrecían cigarrillos. Pensaba: "Un cigarrillo de vez en cuando no me va a hacer nada".
Pero más tarde en la escuela secundaria superior pensaba que fumar me ayudaría con el estrés y la fatiga que me causaban los exámenes. Como trabajaba bastante, sentía que el cigarrillo me ayudaba a estar más tiempo despierta, y que me daba la fuerza para trabajar más duro. También, como era joven, creía que el tabaco me ayudaba a mantenerme delgada porque me quitaba el apetito. Y cuanto más fumaba, tanto más cosas positivas le encontraba.
Aun así cuando empecé la universidad me interesé realmente en la Christian Science. Y lo que me instaba a dejar de fumar era la idea de que no podría alcanzar cierto nivel de entendimiento espiritual si continuaba aferrada a algo tan material como un cigarrillo. Pensar en fumar ya no me resultaba aceptable, no porque creyera que era malo para mi cuerpo, sino más que nada, porque sentía que no podía progresar espiritualmente mientras pensara que algo material me hacía bien.
Para ese entonces fumaba tun paquete por día. Pensaba en eso casi todo el tiempo. Uno piensa constantemente cuándo va a comprar otro paquete. Uno cuenta los cigarrillos que le quedan. Uno piensa cómo va a hacer si el negocio que los vende está cerrado. El hábito de fumar se vuelve una manera de vivir.
En resumen, es una dependencia mental mucho más que física. Pero una vez que deseché la idea de que fumar pudiera contribuir con algo bueno a mi vida, comprendi que no iba a tener ningún problema en dejar de fumar.
Aun necesitaba vencer la sensación de que era una "pecadora", que ni siquiera merecía orar. Me sentía culpable y, por lo tanto, excluida de la bendición divina. Pero poco a poco, comprendí que el nexo que existe entre Dios y yo no se había cortado. El simple deseo de progresar, de hacer el bien, ya me estaba uniendo a Dios. Yo no estaba perdida. No estaba sola. Un pasaje de Ciencia y Salud me ayudó mucho: "Las relaciones entre Dios y el hombre, el Principio divino y la idea divina, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no conoce ningún alejamiento de la armonía ni retorno a ella, sino mantiene que el orden divino o ley espiritual, en que Dios y todo lo que es creado por Él son perfectos y eternos, ha permanecido inalterado en su historia eterna" (pág. 470).
No tuve problema alguno para dejar de fumar. Mi vida se llenó de satisfacciones. !Esto fue una maravillosa sorpresa para mí! Ahora no necesito dormir tanto. He vuelto a descubrir actividades deportivas que había abandonado por completo. Me levanto mucho más temprano, y me concentro mejor en mi trabajo. Y ya no pienso en los cigarrillos. Es increíble el número de actividades en las que participo desde que dejé de fumar.
Es maravilloso. Cuando confías en Dios, todas las cosas son posibles. Realmente todo.
París, Francia