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“Dejá de robar”

Del número de noviembre de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Existe en Argentina una expresión muy utilizada para designar a los que tienen una muy buena remuneración, o a cualquiera cuyo empleo no exija mucho esfuerzo. La expresión es "dejá de robar". Por ejemplo cuando un actor consigue un nuevo papel, puede que le digan: "Sí, qué bien, pero ...¿cuánto robaste?" O puede que le digan a un periodista de mucho éxito: "Dejá de robar". Este término casi siempre se emplea en tono de broma, aunque a veces no tanto. Como yo estudio periodismo, comencé a reflexionar sobre esta expresión, y eso me llevó a pensar en el verdadero significado de empleo.

Me pregunté: ¿Qué espero yo de una carrera, como periodismo? ¿Tiene acaso todo lo que hago que ser un verdadero sacrificio para que la gente no piense que estoy "robando"? Encontré que no importa cuál sea la naturaleza de nuestra ocupación, ya sea arquitecto, abogado, publicista, mecánico o granjero, todos reflejamos a Dios en lo que hacemos. Él es el que provee todas las buenas ideas a Sus hijos.

En una oportunidad tuve un empleo como pasante en el que trabajaba bajo mucha presión. Estaba todo el tiempo corriendo de un lado a otro, y en el puesto que ocupaba trataba con todos los sectores de la empresa. Por más empeño que ponía siempre alguien me retaba, me trataba mal o me recriminaba algo. Como era muy joven cuando empecé (estaba cursando 5º año de la escuela secundaria), parecía que se aprovechaban de mí. Me hacían sentir que tenía que "pagar el derecho de piso". Yo sentía que mi esfuerzo siempre debía ser el doble para demostrar que desempeñaba bien mi tarea.

Yo acostumbro a resolver mis problemas a través de la oración. De manera que en esa oportunidad oré para ver a todos mis compañeros como hijos de Dios, no como gente quejumbrosa. Cada vez que alguien se acercaba a hablarme, me empeñaba por tratarlo mejor, y cada día mejor. Cuando alguien me decía algo que no correspondía, esperaba el momento oportuno para decirle lo que me molestaba. Como fruto de esta oración descubrí que muchos de mis eran muy agradables.

Con el tiempo, dejé de trabajar en la empresa, pero esta experiencia cambió mi manera de ver el empleo, y mis expectativas al respecto. Aprendí que todo lo que hacemos, cualquiera sea la actividad, es para Dios. Uno no tiene por qué sentirse infeliz en el trabajo. El trabajo no tiene que ser un sacrificio. Dios nos hizo capaces de disfrutar de lo que hacemos. Esta curación también me enseñó a no tener pensamientos que me impidan llevarme bien con la gente.

Los hijos de Dios "no roban". Ellos reflejan, en todas sus actividades, las cualidades llenas de amor que reciben de Dios. Como dijo Jesús: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo". Juan 5:17.


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