Job y Jonás eran fieles creyentes de Dios que enfrentaron serios desafíos cuando permitieron que su propia manera de pensar interfiriera con la voluntad de Dios.
Job era un hombre inmensamente rico que habitó al oriente del río Jordán. Tenía siete hijos y tres hijas. Tenía miles de cabezas de ganado y era muy próspero. Pero no fueron sus riquezas, sino lo que pensaba de Dios y las experiencias que lo llevaron a desear conocerlo más y a estar más cerca de Él, lo que hicieron importante a Job en la historia bíblica. Por ejemplo, Job "era temeroso" de Dios. Esto significa que respetaba y amaba profundamente a Dios. Como resultado, Job se esforzó por mantenerse apartado del mal. Job así como todos sus amigos y vecinos, creían que si la gente era buena sería próspera y tendría buenas cosas en la vida. También creían que si a la gente le ocurrían cosas malas era porque habían hecho algo malo.
De pronto, Job perdió todo, su familia, su ganado, su hogar, todo. Cuando tres de sus amigos, Elifaz, Zofar y Bildad, se enteraron de su sufrimiento, fueron a consolarlo. Job les contó de su pesar. Con amargura maldijo el día en que nació, y anheló estar muerto como la única manera de acabar con su mala fortuna. Sus amigos, en vez de consolarlo, lo condenaron por haber obrado mal. Sentían que Dios había castigado a Job por ser malo. Él trató de defenderse, pero sus amigos continuaron diciéndole que Dios era omnipotente y supremo. Le dijeron que los hombres y las mujeres eran insignificantes en comparación con la grandeza de Dios. También le dijeron que Dios premiaba a la gente buena y castigaba a los malos.
Al principio Job se sintió confundido con lo que le decían sus amigos. Sabía que había llevado una vida recta, por lo cual no podía entender por qué Dios lo podía castigar. Job anhelaba hablar con Dios y pedirle que contestara todas sus preguntas.
Entonces llegó Eliú, otro amigo. Le dijo a Job que Dios es incapaz de hacer daño o ser injusto. No trata a algunas personas bien y a otras mal, porque Él nos creó a todos. Eliú habló acerca de la sabiduría y la grandeza de Dios, de Su misericordia y justicia.
Finalmente, Dios le habló directamente a Job, de la manera que él quería. Dios le hizo muchas preguntas a Job. Las preguntas demostraron que Job no sabía tanto de Dios como pensaba. Y sus amigos también estaban equivocados respecto a Dios. Dios le demostró a Job que Él es el único poder, el único creador, y que cuida de Su creación. Entonces Job vio que le faltaba sabiduría y que ignoraba cómo era Dios. Job dijo que antes él simplemente había escuchado lo que se decía de Dios, "más ahora mis ojos te ven". Es una manera de decir que comprende que la presencia de Dios está con él.
Dios le dijo a Job que orara por sus amigos y así lo hizo. Después de esto, Job tuvo de nuevo una familia, amigos y un hogar.
A diferencia de Job, Jonás no quería obedecer a Dios. Dios le pidió que le dijera al pueblo de Nínive, capital de Asiria, que debido a su mal comportamiento, su ciudad sería destruida. Pero Jonás no quería ayudar a los asirios porque ellos habían invadido Israel y habían sido muy crueles con los israelitas. Para no obedecer a Dios, Jonás decidió irse lejos en un barco que salía rumbo a Tarsis.
Cuando estaban en alta mar, hubo una gran tormenta que atemorizó a los marineros. Siguiendo con la costumbre de esos días, ellos echaron suertes para descubrir quién era el culpable de que hubiera una tormenta así. Y la suerte recayó sobre Jonás. Entonces éste les dijo que si lo arrojaban al mar se calmaría la tormenta.
Esto pareció ser el fin de Jonás. Pero un enorme pez lo tragó, y él permaneció en la barriga del pez tres días y tres noches. Hoy sabemos que fue una ballena, que es un mamífero no un pez, pero en aquella época la gente no lo sabía. En la barriga del pez, Jonás oró a Dios. Esta oración demostró que Jonás tenía la certeza de que Dios siempre protege a Sus hijos. Después de tres días, el pez vomitó a Jonás en tierra seca. Luego, cuando Dios nuevamente pidió a Jonás que fuera a Nínive, éste muy pronto obedeció. Le dijo a la gente que su ciudad sería destruida en cuarenta días.
A Jonás le hubiera encantado ver la destrucción de Nínive. Pero por el contrario, vio que todo el pueblo, incluso el rey, se arrepentían de todas las cosas malas que habían hecho. Y como consecuencia, la ciudad no fue destruida. Al ver esto, Jonás se enojó mucho.
Entonces Jonás fue a las afueras de Nínive donde el sol era muy fuerte y hacía mucho calor. Dios hizo que una planta de calabaza creciera cerca de Jonás para que le diera sombra. A Jonás le gustó mucho esto. Pero luego Dios hizo que un gusano marchitara la calabaza, y Jonás se enfadó. Después Dios ayudó a Jonás a comprender que, así como él lamentaba que se hubiera muerto la calabaza, Dios sentía mucha compasión por todos Sus hijos y todas Sus criaturas. Tal vez esto ayudó a Jonás a no desear mal a nadie, ni siquiera a los que pudiera considerar sus enemigos.
[Puedes leer más sobre las historias de Job y Jonás en la Biblia, en los libros que llevan sus nombres.]
