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La historia y la divinidad

Del número de febrero de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante El Siglo XX — que se acerca ahora a su fin — ha habido más grandes cambios que en ningún otro siglo en la historia de la humanidad. La inmensa cantidad de sucesos importantes que ocurrieron durante el siglo XX obviamente han influido en nuestra manera de pensar. Es de destacar que la manera en que la humanidad define a Dios ha jugado un importante papel en gran parte de la historia de este siglo. Las guerras, los asesinatos y otras atrocidades, han llevado a la gente a preguntarse no solo acerca de la naturaleza sino de la existencia de la divinidad. Por ejemplo, a principios de siglo, Europa y Gran Bretaña estuvieron expuestas a la brutalidad del conflicto mundial, y gran cantidad de gente se alejó de la religión casi por completo.

La gente se preguntaba con desesperación: "¿Cómo puede Dios permitir que sucedan estas cosas?"

En realidad, no había una respuesta teológica satisfactoria para ese derramamiento de sangre, así que ellos pensaron que lo único que podían hacer era darle la espalda a la religión y a los sucesos trágicos de la guerra. El poeta británico Ivor Gurney, en su poema "To His Love" (A Su amor), escribió:

¡Cúbrelo, cúbrelo pronto!
Y con un gran arreglo
de flores en conmemoración —
ocultemos esa cosa roja y mojada
que de alguna manera debo
olvidar.

Es obvio que la adversidad extrema ha sido el terreno donde algunos han llegado a entender a Dios mejor que nunca. Pero para muchos, tiene que haber un modo de explicar — no simplemente dar la espalda u ocultar — la maldad y sus efectos. Con la guerra de Vietnam, el pueblo de los Estados Unidos estuvo expuesto al odio y a la destrucción directamente en sus hogares a través de los medios de comunicación. Aunque la gente había visto las noticias y leído artículos en los diarios sobre la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Korea, ésta era la primera vez que combatían con un soldado, aunque indirectamente, a través de la pantalla de televisión. Cuando pensamos en la manera en que todo tipo de violencia (el terrorismo en el Medio Oriente o el conflicto en Bosnia, por ejemplo) es documentada gráficamente, es evidente que nunca ha sido más necesario obtener una clara comprensión de Dios y Su creación.

Cristo Jesús enseñó a amar profundamente a Dios y al hombre. De hecho, alentó a los que lo rodeaban a amarse los unos a los otros incondicionalmente. Véase, por ejemplo, Juan 13:34. Jesús debió de sentir que era obvio que Dios nunca es cruel ni vengativo, que Él no impone la enfermedad y la muerte a Sus hijos, ni permite que éstas existan. Si Dios hubiera mandado estos males para castigar al hombre, Jesús no hubiera podido hacer nada al respecto, por más que hubiera orado y amado. Sin embargo, nadie ha mostrado más dominio sobre la materialidad, la enfermedad, el perjuicio y la violencia. Su conocimiento de Dios y del reino de los cielos, y su pureza espiritual, le dieron ese dominio. Y está claro que para Jesús, el conocimiento de la creación espiritual no vino del análisis de la mortalidad.

Lo que Dios permite que ocurra es siempre una bendición para la humanidad

Entonces, ¿cómo puede la mortalidad — con sus lágrimas y derramamientos de sangre — mezclarse con la creación espiritual de Dios? El caso es que no puede. El Espíritu divino no puede convertirse en materia ni derivarse de ella. Aunque el hombre parezca ser una fusión de materia y Espíritu, el universo espiritual de Dios no tiene nada en común con los elementos materiales.

De hecho, por siglos la gente ha razonado erróneamente acerca de Dios y la mortalidad. El tratar de deducir la verdadera naturaleza de la divinidad partiendo de la evidencia de los sucesos humanos, es precisamente el error metodológico que ha causado que la gente esté tan desilusionada de Dios. Ciencia y Salud comenta acerca de este desacierto: "El Espíritu, el Alma, no está encerrado en el hombre y jamás está en la materia. Razonamos imperfectamente de efecto a causa, cuando deducimos que la materia es el efecto del Espíritu; mas el razonamiento a priori muestra que la existencia material es enigmática. El Espíritu da la idea mental verdadera. No podemos interpretar al Espíritu, a la Mente, por medio de la materia. La materia ni ve ni oye ni siente". Ciencia y Salud, pág. 467.

¿Acaso no es un gran error separar la materia del Espíritu? No, es lo que deberíamos de haber estado haciendo desde un principio. De hecho, en vez de empezar con la materia, debemos empezar con Dios y sacar nuestras conclusiones a partir de la comprensión que tenemos de Él.

Por supuesto que no hay nada material acerca de Dios. Dios es Espíritu, y lo que Él causa consiste totalmente en sustancia espiritual y perfecta. Reconocer esto no es dar la espalda u ocultar los horrendos sucesos del mundo. Es hacer lo que hizo Jesús; es percibir y comprender la única creación que realmente existe: el reino de Dios. Esto es lo que trae curación y revitalización.

En lugar de preguntar: "¿Cómo puede Dios permitir que sucedan estas cosas?", la oración nos puede ayudar, paso a paso, a reconocer científicamente que Él no ha permitido, y nunca permitirá, que nada exista salvo Su expresión espiritual y perfecta. Hace algunos años supe que uno de mis amigos estaba enfermo, y cuando fui a visitarlo, se batía entre la vida y la muerte. Me sentí conmovido y sorprendido por lo que vi; simplemente no podía comprenderlo. Cuando llegué a casa, me arrodillé mental y humildemente para orar sobre ello. Recuerdo que estaba dispuesto a saber más. Quería preguntarle a Dios la razón por la que mi amigo se encontraba en esa condición, y por qué algo así podía ocurrirle a él, la persona que menos lo merecía.

Cuando empecé a preguntarle esto a Dios, algo sorprendente sucedió. Antes de que pudiera acabar de decirlo, fue como si escuchara a Dios decir: "Eh, eh, eh" (de la misma manera que alguien nos advierte antes de que hagamos algo malo), "no creas esto acerca de él". Este mensaje puro del Cristo se me presentó de la manera más amorosa, y de pronto supe con toda certeza que lo que había visto hacía más o menos una hora, no era en absoluto la verdad acerca de mi amigo. Por medio de la oración, dejé de tratar de razonar de efecto a causa, o en otras palabras, del hombre mortal a Dios. En cambio, todo razonamiento comenzó teniendo como base a Dios y Su manifestación, y así siguió. Mediante mi oración, Dios me estaba ayudando a ver que Su creación espiritual es siempre perfecta y que está segura e intacta. Con esta manera de pensar, comprendí que creer cualquier otra cosa era un perjuicio para mi amigo. Él se recuperó de esa enfermedad, y hasta el día de hoy — aunque no lo he visto durante años — estoy seguro de que está perfectamente bien, porque sé que él es siempre el reflejo de Dios. Esta frase no está hecha a la ligera como resultado de una simple convicción religiosa. Llegué a saber la verdad. El escuchar a Dios en vez de razonar con la evidencia material, lo aclaró todo.

El mundo y sus incidentes históricos, a menos que muestren algo de la acción de Dios, no son los mensajeros por medio de los cuales aprendemos acerca de la divinidad. Cristo Jesús alguna vez dijo: "Yo he vencido al mundo". Juan 16:33. The Amplified Bible tiene una hermosa traducción de esta cita: "He vencido al mundo. — Lo he despojado del poder de hacer daño, lo he vencido [para ti]". No hay necesidad, y en verdad no ayuda de ningún modo, tratar de descubrir a Dios analizando el mundo material. De seguro, nunca lo encontraremos allí. La Sra. Eddy escribe: "A fin de razonar correctamente, debiera haber un sólo hecho ante el pensamiento, a saber: la existencia espiritual. En realidad, no hay otra existencia, ya que la Vida no puede estar unida a su desemejanza, la mortalidad". Ciencia y Salud, pág. 492.

Podemos ver por nosotros mismos el poder que tiene el Cristo, la Verdad, para despojar al mundo del "poder de hacer daño" y conquistarlo para nosotros. Haremos esto a medida que razonemos científicamente, manteniendo en nuestro pensamiento la verdad acerca de nuestra unidad espiritual permanente con Dios, la Vida divina. No necesitamos que los buenos o malos acontecimientos del próximo siglo definan a Dios. A través de la oración, mediante una profunda comunión con nuestro Creador, dejaremos que Dios se defina a sí mismo y veremos verdadero progreso para la humanidad.

Nunca condenar

"La religión no es la mordaz voz de la condenación, que nos dice que lo normal es pecaminoso y el error bien intencionado es una transgresión imperdonable que nos condenará para siempre. La religión es la voz que dice: Yo te guiaré a través de este campo minado de difíciles opciones morales, compartiendo contigo ideas y experiencias de las grandes almas del pasado, y yo te daré consuelo y perdón cuando te sientas preocupado por las dolorosas opciones que tienes que hacer".


How Good Do We have to Be?
Como fue citado por el
Star-Tribune
(Minneapolis-St. Paul,
Minnesota)

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