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La oración sana heridas

Del número de febrero de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Noche, alrededor de las cuatro de la mañana, escuché el sonido de una violenta tormenta a la distancia. Perturbado por los truenos y relámpagos, pensé en la forma en que Jesús reprendió a la tempestad: "Calla, enmudece". El libro de Marcos cuenta: "Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza"(4:39). ¡Qué autoridad tenía! Todos podemos sentir esa calma, aun en medio de una tempestad. Esta calma nos recuerda la presencia y el poder de Dios, y me hizo recordar una curación que tuve.

Tiempo atrás me lastimé el pulgar y el brazo. Debido a que estas heridas se habían infectado, mi familia y amigos se alarmaron mucho y me instaron a tomar medicamentos. Tuve que hacer frente a esta presión, además de luchar contra los temores que trataban de invadir mi propio pensamiento. Cuando comencé a profundizar mi estudio de la Biblia encontré un pasaje en Zacarías que me inspiró mucho: "Calle toda carne delante de Jehová" (2:13). Yo sabía que las condiciones materiales no podían causarme daño, y que no tenían poder sobre mí porque Dios es el origen de la vida. Sólo Él determina el estado de Sus hijos, y sólo les provee el bien. Rechacé rotundamente toda sugestión de que estaba a merced de condiciones materiales y que Dios no tenía el control de Su universo. En mi oración reafirmé la verdad de mi ser, mi perfección espiritual, y mi salud inmutable. No podía estar enfermo porque Dios, el bien, es la única realidad que podía expresar. Me mantuve firme, aferrándome a estas verdades. Me sentí fuerte y tranquilo. "En descanso y en reposo seréis salvos", dice Isaías (30:15). Finalmente las heridas se cerraron sin ningún efecto posterior.

Me siento muy feliz por haber encontrado la Christian Science. Cada día me ayuda a entender mejor a Dios, y a Su universo perfecto y lleno de paz. Como Mary Baker Eddy dice claramente en Ciencia y Salud: "Impertubada en medio del testimonio discordante de los sentidos materiales, la Ciencia, aún entronizada está revelando a los mortales el Principio inmutable, armonioso y divino — revelando que la vida y el universo están siempre presentes y son eternos" (pág. 306).

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