Una Noche, alrededor de las cuatro de la mañana, escuché el sonido de una violenta tormenta a la distancia. Perturbado por los truenos y relámpagos, pensé en la forma en que Jesús reprendió a la tempestad: "Calla, enmudece". El libro de Marcos cuenta: "Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza"(4:39). ¡Qué autoridad tenía! Todos podemos sentir esa calma, aun en medio de una tempestad. Esta calma nos recuerda la presencia y el poder de Dios, y me hizo recordar una curación que tuve.
Tiempo atrás me lastimé el pulgar y el brazo. Debido a que estas heridas se habían infectado, mi familia y amigos se alarmaron mucho y me instaron a tomar medicamentos. Tuve que hacer frente a esta presión, además de luchar contra los temores que trataban de invadir mi propio pensamiento. Cuando comencé a profundizar mi estudio de la Biblia encontré un pasaje en Zacarías que me inspiró mucho: "Calle toda carne delante de Jehová" (2:13). Yo sabía que las condiciones materiales no podían causarme daño, y que no tenían poder sobre mí porque Dios es el origen de la vida. Sólo Él determina el estado de Sus hijos, y sólo les provee el bien. Rechacé rotundamente toda sugestión de que estaba a merced de condiciones materiales y que Dios no tenía el control de Su universo. En mi oración reafirmé la verdad de mi ser, mi perfección espiritual, y mi salud inmutable. No podía estar enfermo porque Dios, el bien, es la única realidad que podía expresar. Me mantuve firme, aferrándome a estas verdades. Me sentí fuerte y tranquilo. "En descanso y en reposo seréis salvos", dice Isaías (30:15). Finalmente las heridas se cerraron sin ningún efecto posterior.
Me siento muy feliz por haber encontrado la Christian Science. Cada día me ayuda a entender mejor a Dios, y a Su universo perfecto y lleno de paz. Como Mary Baker Eddy dice claramente en Ciencia y Salud: "Impertubada en medio del testimonio discordante de los sentidos materiales, la Ciencia, aún entronizada está revelando a los mortales el Principio inmutable, armonioso y divino — revelando que la vida y el universo están siempre presentes y son eternos" (pág. 306).
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