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Calma en medio de la tormenta

Del número de agosto de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Pequeña embarcación sacudida por las olas. Una tormenta que azota. Pescadores con temor de que su barca se les llene de agua. ¿Se van a hundir? ¿Será éste el fin?

Este relato de la Biblia se encuentra en Mateo. Mateo 8:23-27. Los discípulos están en su barca pesquera. Jesús está con ellos, pero duerme. La tormenta que enfrentan es tan intensa que se sienten muy atemorizados. En cualquier momento podrían ser arrastrados por las olas. Despiertan a su maestro y le ruegan: "¡Señor, sálvanos, que perecemos!" Jesús les responde con una pregunta: "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?"

Nada pudo haber sido más impactante que esta pregunta. No se trataba tan solo de decirles que había otro poder que podía salvarlos. Se trataba de alentarlos a pensar desde una perspectiva puramente espiritual. ¿Acaso no habían sido testigos del todo poder divino? Muy pronto verían a Jesús calmar otro tipo de tempestades. Por ejemplo, un hombre demente y muy agresivo que fue sanado instantáneamente. Luego estaba la mujer a quienes los fariseos habían condenado a ser apedreada. Jesús trajo paz a esa situación, dispersó a quienes la acusaban, y destacó la necesidad de reformarse. La desesperanza de mucha gente enferma y demente desapareció cuando Jesús trajo la curación que tanto necesitaban. ¿No era la pregunta "¿Por qué teméis?" una manera de recordar a sus seguidores la omnipotencia de Dios y Su protección?

El relato mencionado demuestra que las declaraciones de Jesús no sólo tenían el poder para calmar a sus discípulos, sino también las fuerzas de la naturaleza que los rodeaban.

¿Tempestad? A veces parece rugir a nuestro alrededor. Por ejemplo, últimamente hemos recibido noticias de la guerra y sus efectos. Las matanzas, la precaria situación de los refugiados, la tristeza de vidas destrozadas, la incertidumbre del mañana. Pero el poder que Jesús manifestó al calmar la tormenta, siempre está al alcance de cada uno de nosotros, dondequiera que estemos. Es el poder de Dios, el Amor divino.

La pregunta que Jesús hizo a sus discípulos es un estímulo para todos nosotros. Al volver nuestros pensamientos en oración a Dios, podemos considerar este "por qué". ¿Por qué tememos?" ¿No es Dios lo suficientemente fuerte como para proteger a Sus hijos? Lo que es más, Él es también, como señala la Biblia, como una madre amorosa que sabe las necesidades de sus amados hijos e hijas y las satisface. El mantener en el pensamiento la naturaleza del todo amorosa de nuestro Padre-Madre divino, aun frente a grandes desafíos, nos capacita para ser receptivos a Su presencia y estar conscientes de la ley del Amor divino que nos guía, protege y fortalece. El regocijarnos en lo que comprendemos de la bondad de la naturaleza divina, por más pequeña que sea esa comprensión, nos ayuda a estar conscientes de nuestra herencia divina como hijos de Dios, y de nuestro derecho divino a sentir paz y seguridad.

Nadie nos puede quitar la facultad de estar conscientes de Dios

Hay otro relato de la Biblia que se refiere a la facultad que todos tenemos de estar conscientes de la presencia de Dios y de Su protección. Génesis 28:10-16. Jacob huyó de la furia de su hermano quien había decidido matarlo. Apresuradamente dejó su país, y a la noche se encontró en un lugar solitario. Pero la presencia divina se le reveló en un sueño. Vio una escalera entre la tierra y el cielo y "he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella". Y Dios se reveló a Jacob y le declaró: "He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho". Cuando se despierta, Jacob exclama: "Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía". ¡Qué percepción más maravillosa! Después de haber pensado por tanto tiempo que su vida estaba a merced de las circunstancias, de pronto Jacob comprende que Dios está siempre presente. Jacob confió en esta promesa, y la misma se concretó.

¿Estamos enfrentando alguna tempestad, pequeña o grande? La mano derecha de Dios está allí para protegernos. El salmista, al hablar de la presencia de Dios, declara: "Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro". Salmo 91:4. Esta promesa es para todos los tiempos, es universal. Se aplica a todos, bajo toda circunstancia. En sus escritos, Mary Baker Eddy declara: "Recuerda, no puedes ser llevado a ninguna situación, por más grave que sea, en la que el Amor no haya estado antes que tú y en la que su tierna lección no te esté esperando. Por lo tanto, no desesperes ni murmures, porque aquello que procura salvar, sanar y librar, te guiará, si buscas esta guía". The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 149.

Pero, ¿cómo podemos, en la hora más oscura, llegar a la conclusión, como Jacob, de que "ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía"?

Fue en un período de calma, en medio de la noche, que Jacob tomó conciencia de la presencia de Dios. Y es la calma de Jesús, aun en medio de la tormenta, su comprensión de la actividad del Cristo, la Verdad, lo que le permitió establecer alrededor de él la armonía necesaria. A medida que volvamos nuestros pensamientos a Dios, incluso en medio de lo que puede parecer una serie de tempestades, nosotros también podremos encontrar la calma que viene de los pensamientos divinos, pensamientos que hablan del poder del amor de Dios, y del plan divino de paz y armonía para cada uno de nosotros. El esforzarnos por encontrar esos pensamientos con todo nuestro corazón nos ayuda a percibir, dondequiera que estemos, que Dios está presente, y que, por lo tanto, el lugar donde estamos parados está bendecido, porque estamos siempre rodeados de Su amorosa bondad. De hecho cuando pensamos en el lugar donde estamos, tiene menos que ver con el lugar geográfico que con la calidad de nuestros pensamientos. Dondequiera que nos hallemos, estamos libres de tener los pensamientos que Dios nos da. Pensamientos que nos traen paz y consuelo, para nosotros y para aquellos que nos rodean, pensamientos que expresan la naturaleza divina y nos permiten estar conscientes de lo que es verdad respecto de la bondad de la creación de Dios.

La capacidad de estar conscientes de la bondad de Dios, allí mismo donde estamos, es una facultad otorgada a cada uno de nosotros. Es nuestra más preciada posesión y algo que nada ni nadie nos puede quitar. Todos podemos sentir la presencia del Amor divino y su poder regenerador y protector. Dios nos habla a cada uno de nosotros. Y en el silencio de un corazón humilde y confiado, podemos escuchar Su mensaje de amor universal.

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