Mientras Estuve casada tenía una hermosa casa, buenos automóviles y mucho dinero: mi vida era muy cómoda. Además, el trabajo de mi esposo le daba a mi familia prestigio y respeto en la comunidad. Pero cuando, después de muchos años, nuestro matrimonio acabó en divorcio, me encontré sola.
La situación económica era difícil y alarmante: nunca me había mantenido a mí misma, nunca había mantenido a mí misma, nunca había tenido que verificar los estados de cuenta bancarios ni había usado un cajero automático, y nunca había estado atada a un presupuesto. Ahora estaba en el umbral de una nueva vida, sin entender el "sistema" y sin saber qué hacer; las opciones materiales parecían muy confusas. Para encontrar la dirección correcta, recurrí a Dios para que me guíe, porque no sólo quería tener éxito en lo económico, sino que también quería vivir una vida basada en las leyes espirituales de Dios.
Avancé paso a paso buscando la base espiritual de todo lo que hacía. Aprendí que la verdadera riqueza incluye gozo, orden, amor, esperanza, fortaleza, gracia y belleza. No incluye las "deudas" de inseguridad, egoísmo ni autocompasión. Aunque tenía poco conocimiento en el área financiera, me di cuenta de que podía tomar decisiones acertadas. Los motivos puros, la honestidad y la gratitud me impulsaron hacia adelante, porque estas expresiones del amor hacia los demás me mantuvieron afianzada a la ley del Amor.
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