Mientras Estuve casada tenía una hermosa casa, buenos automóviles y mucho dinero: mi vida era muy cómoda. Además, el trabajo de mi esposo le daba a mi familia prestigio y respeto en la comunidad. Pero cuando, después de muchos años, nuestro matrimonio acabó en divorcio, me encontré sola.
La situación económica era difícil y alarmante: nunca me había mantenido a mí misma, nunca había mantenido a mí misma, nunca había tenido que verificar los estados de cuenta bancarios ni había usado un cajero automático, y nunca había estado atada a un presupuesto. Ahora estaba en el umbral de una nueva vida, sin entender el "sistema" y sin saber qué hacer; las opciones materiales parecían muy confusas. Para encontrar la dirección correcta, recurrí a Dios para que me guíe, porque no sólo quería tener éxito en lo económico, sino que también quería vivir una vida basada en las leyes espirituales de Dios.
Avancé paso a paso buscando la base espiritual de todo lo que hacía. Aprendí que la verdadera riqueza incluye gozo, orden, amor, esperanza, fortaleza, gracia y belleza. No incluye las "deudas" de inseguridad, egoísmo ni autocompasión. Aunque tenía poco conocimiento en el área financiera, me di cuenta de que podía tomar decisiones acertadas. Los motivos puros, la honestidad y la gratitud me impulsaron hacia adelante, porque estas expresiones del amor hacia los demás me mantuvieron afianzada a la ley del Amor.
Si bien mi casa era más pequeña, mi auto era usado y mis cuentas por pagar se apilaban, pronto descubrí que la duda y la preocupación no son caminos que conducen hacia el progreso. El valor para avanzar, y nunca retroceder, me mantuvo firme cuando estuve tentada a darme por vencida. Conforme mi temor se desvaneció y aumentó mi confianza en Dios, también aumentó mi "riqueza". Tuve la certeza de que era un ser completo, y también me liberé de la sensación de que hubiera ocurrido algo injusto. Descubrí que, aunque en ocasiones faltaba el dinero, el bien siempre estaba presente.
A medida que confiaba en la ley del Amor para satisfacer mis necesidades, el bien fluía abundatemente a cada instante. Se presentaron nuevas oportunidades de empleo y de viaje; mi vida se animó con invitaciones inesperadas, regalos y diversas actividades. Encontré nuevos amigos, y una nueva sensación de libertad y poder surgió en mi pensamiento. Me di cuenta de que mi vida era plena, activa y productiva, independientemente de la cantidad de dinero que tuviera.
La riqueza espiritual es el reflejo y la expresión de las cualidades de Dios, tales como la belleza y la bondad. Las bendiciones que Dios otorga son permanentes e inseparables de cada uno de nosotros; son señales de la riqueza espiritual, y sobreabundan en los momentos de compasión, gozo y amor. El usar esta riqueza de características divinas para bendecir a otros, es en lo que radica la verdadera prosperidad. Por tanto, ya sea que experimentemos períodos de abundancia o de escasez material, siempre estamos prosperando.
Conforme mi temor se desvaneció y aumentó mi confianza en Dios, también aumentó mi "riqueza".
En la Biblia, Juan escribe: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma". 3 Juan 2. A medida que cultivemos y amemos la prosperidad del Alma, experimentaremos el éxito verdadero en todas las áreas de nuestra vida. Algunas personas equiparan el éxito material con las posesiones; otros piensan que es alcanzar poder y prestigio. Ambos grupos consideran que el éxito depende únicamente de las condiciones económicas, los antecedentes familiares, la buena educación o la buena suerte. El verdadero progreso, que es espiritual, no tiene nada que ver con la acumulación de dinero o con la suerte; está totalmente separado de las así llamadas leyes de la materia, que dicen que la distribución de la riqueza y el éxito, es al azar y limitada, más para unos que para otros.
Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, el libro que lleva al lector de la confianza en las inestables leyes materiales, a la armonía y abundancia universales de la ley espiritual, dice: "Son la ignorancia y las creencias falsas, basadas en un concepto material de las cosas, lo que oculta a la belleza y bondad espirituales".Ciencia y Salud, pág. 304. La ley espiritual, por el contrario, no sólo desarrolla nuestra belleza y bondad innatas, sino también todas las cualidades que Dios nos dio y que constituyen nuestra verdadera individualidad; y así es revelada la auténtica riqueza.
Cristo Jesús ejemplificó la prosperidad espiritual y capacitó a sus seguidores a vislumbrarla. Él vivió enteramente bajo la ley divina, en la que no existen obstáculos ni restricciones para el bienestar. Realizó muchas cosas notables, entre ellas, caminó sobre el agua, alimentó multitudes y sanó leprosos, todo en total oposición a lo que las leyes materiales decían que era posible. Ciencia y Salud explica: "Jesús ayudó a reconciliar al hombre con Dios dando al hombre un concepto más verdadero del Amor, el Principio divino de las enseñanzas de Jesús, y ese concepto más verdadero del Amor redime al hombre de la ley de la materia, del pecado y de la muerte, por la ley del Espíritu — la ley del Amor divino".Ibid., pág. 19.
Esta ley del Amor aún nos bendice infinitamente, y está disponible para todos. Conforme expresamos la riqueza de las cualidades espirituales que poseemos, crecemos espiritualmente. El crecimiento espiritual enriquece continuamente, no sólo al individuo, sino también a su prójimo, y, además, conduce a la prosperidad, que nunca se estanca ni es improductiva. El éxito espiritual no se encuentra en la posición social ni en la popularidad, sino que se alcanza al saber que Dios es el único poder y la única fuente de buenas ideas. Los pensamientos de Dios son sabios, creativos, innovadores y prácticos; conforme los expresamos, crecemos en nuestra comprensión de Dios y de Su abundancia espiritual. Encontramos la prosperidad en la riqueza de dar, en la gracia de vivir cada momento consagrados al bien, y en la disposición de confiar para todo en Dios, el Espíritu. Nunca debemos envidiar a otros o codiciar su bien, porque todas las ideas que podamos necesitar, están fluyendo constantemente hacia nosotros.
Al vivir bajo la ley divina del Amor, no hay pérdida, sino negocios prósperos, familias que progresan, iglesias que crecen y relaciones perdurables. La prosperidad y el éxito no son algo que está fuera de nosotros y que debemos buscar, sino que se manifiestan cuando afirmamos nuestra verdadera herencia por ser el hombre de Dios, hecho a Su imagen.