Aveces Parece ser inevitable enfrentarnos con imágenes de conflictos. Refugiados en estado lamentable, son echados de sus tierras, aguijoneados por soldados blandiendo armas automáticas. Una larga fila de gente avanzando lenta y laboriosamente por una tierra devastada, anticipando la llegada a una frontera donde ya no hay más luchas, y donde esperan que haya comida. Caras llenas de temor, desesperación, confusión, desesperanza, y las inevitables preguntas: "¿Cuándo habrá seguridad como para volver a casa? ¿Tendremos una casa a dónde volver?"
Escenas como ésta han sido de lo más familiares estos últimos meses. Aparecen en las noticias por la noche y en los diarios de la mañana. Producen sentimientos de compasión, de frustración. Hacen que nos preguntemos: "¿Qué se puede hacer? ¿Qué puedo hacer al respecto?"
Batallé con estas preguntas durante la Guerra del Golfo Pérsico. En aquella época, yo trabajaba para una organización de noticias internacional como locutor. Puesto que manejaba las noticias todos los días, me sentía cada vez más frustrado con las decisiones tanto políticas como militares que se tomaban en ambos bandos. Permití que mi ira y mi frustración aumentaran hasta que me enfermé. Necesitaba reponerme a toda costa.
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