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“Os restituire los años que comió la oruga”

Carta abierta a todos los refugiados

Del número de agosto de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Recuerdo Cuando los conocí hace muchos años, en los numerosos campamentos de refugiados cercanos a la frontera. Recuerdo cómo vivían en esos campamentos. Al amanecer, la vida comenzaba nuevamente y las actividades diarias poco a poco se reactivaban. Cuando llovía durante la noche, el suelo estaba lleno de grandes charcos que se habían convertido en barro negro y obstinado. Sólo grupos de niños jugaban con el agua, sin preocuparse por el futuro. Cuando distribuían comida, todo el campamento se reunía. Nuevos refugiados llegaban constantemente, hasta que los campamentos duplicaban su tamaño.

Largas filas de hombres, mujeres y niños que lo perdieron todo. ¿Acaso la adversidad y el anonimato los privaron de su dignidad y de su esperanza? De ninguna manera. Después de haber trabajado con ustedes, de haber orado con ustedes, sé muy bien que éste no es el caso.

Son mucho más que los miles, millones de personas de todas las edades y clases sociales que optaron por escapar (o fueron forzados a escapar) de la guerra y de las masacres, y que viven día a día gracias a la ayuda de otras personas. Ustedes son los herederos mismos de las promesas que Dios nos hizo tiernamente a todos. He aquí una de Sus promesas: "Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis". Jeremías 29:11.

Más allá de lo que parece ser, en el lugar mismo donde parece reinar la guerra y la desesperación, hay una realidad diferente. Está lo que Dios ha preparado para Sus hijos: el derecho inalienable de estar en paz, de sentirse apreciado, de progresar en la vida. Siempre podemos reclamar con confianza y persistencia este derecho para nosotros mismos y para todos, no importa lo que aparenten las circunstancias. Recuerdo que yo lo hacía casi constantemente cuando veía las dificultades que ustedes enfrentaban.

Las circunstancias a veces parecen quitarnos lo que hemos construido con tanto esfuerzo y trabajo. Pero la realidad es que las circunstancias no tienen poder real. El Amor divino transforma y eleva la existencia humana y no nos deja en el mismo lugar en que los acontecimientos difíciles parecieron ponernos. Hay una promesa divina que me ayudó cuando pensé que había perdido algunas posesiones materiales: "Os restituiré los años que comió la oruga". Joel 2:25. El hecho espiritual permanece de que Dios no deja a Sus hijos estancados ni permite que retrocedan. Nuestra vida nunca es un desperdicio ni un fracaso, porque somos la imagen y semejanza de la Vida, Dios. Ninguna circunstancia puede destruir el plan que Dios tiene dispuesto para nosotros. Él tiene preparado el bien infinito para nosotros, y únicamente el bien. El tomar conciencia de este hecho realmente reemplaza lo que parecemos haber perdido y nos hace incluso olvidar la amargura de los años difíciles.

Mary Baker Eddy, que descubrió la Christian Science, escribe en su libro Ciencia y Salud: "Aprendemos de lo real y eterno y preparémonos para el reino del Espíritu, el reino de los cielos — el reino y gobierno de la armonía universal, que no puede perderse ni permanecer oculto para siempre".Ciencia y Salud, pág. 208. A pesar del aparente caos, podemos reclamar y discernir el reino y gobierno divinos. Este reino de armonía está dentro de ustedes, y lo compartimos con quienes nos rodean.

Recuerdo que cuando estaba con ustedes expresaban enorme alegría cuando hablábamos de nunca perder la esperanza. Porque esas no son palabras fáciles que se dicen simplemente para calmar los ánimos. Esas son verdades espirituales muy poderosas, "las buenas nuevas", que tienen el poder de cambiar la situación de cada persona y de las naciones.

Me gusta mucho la última parte del Salmo 23 cuando dice: "Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días". El bien y la misericordia divinas son la herencia que nos acompañan aun en los momentos más oscuros. Y ningún hombre, mujer o niño se puede encontrar fuera de "la casa de Jehová", la conciencia del Amor, la dulce certeza de que nunca podemos estar separados de la paz, del amor y del progreso que Dios, nuestro verdadero refugio, tiene reservado en abundancia para todos.

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