Cuando Uno es tentado a hacer algo en contra de sus principios, ¿qué es lo mejor que se puede hacer? Aprendí que lo mejor es recurrir a Dios con todo el corazón.
Fue precisamente esto lo que hice hace varios años, poco antes de los compromisos que uno hace cuando se afilia, es no beber bebidas alcohólicas. Yo no tenía un problema serio con el alcohol, pero tomaba alcohol en reuniones. Recurrí a Dios y oré sinceramente para que me mostrara cómo podía dejar de beber. Sabía que El me respondería.
Me sentí guiada a dejar de juzgar mi comportamiento, dejar de lado mi sentimiento de culpa, mis luchas y mi autocondenación. Aunque no tenía la intención de seguir bebiendo, me sorprendió mis oraciones me llevaran a cambiar mi enfoque de lo que estaba haciendo, y fuera guida a vigilar y cuestionar la razón de mis acciones. Vi que mecánicamente aceptaba un vaso de vino aunque ni siquiera me gustaba su sabor. Me di cuenta de que tomaba porque temía lo que los demás pudieran pensar de mí si me negaba. Cuando comprendí que deseo de beber no era natural en mí, me fue fácil ver que las razones para beber eran tan solo pensamientos que podía rechazar. Desde entonces me he liberado totalmente del deseo de beber.
La Biblia resume así el proceso de curación: "Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros... Humillaos delante del Señor, y él os exaltará". Santiago 4:7, 10.
Para mí, "someteos... a Dios" significa recurrir a Dios, la Verdad divina, sin reservas; confiar en Él, aprender de Él. En mi caso, me sometí a Dios de dos maneras. Me volví completamente a Dios en busca de ayuda, y seguí Su guía dejando de juzgar negativamente mi comportamiento. Esto a su vez tuvo dos resultados: pude ver con objetividad lo que estaba ocurriendo, y me permitió escuchar los mensajes de Dios más claramente.
El sentido de culpa, la autocondenación y lucha estaban creando un ruido tal que me impedía ver mi verdadera naturaleza espiritual como el reflejo de Dios. Se podría decir que resistí al diablo escuchando a Dios. La tentación se apartó de mí porque vi que no tenía existencia real en la creación de Dios, y que por lo tanto no podía aferrarse a mi verdadera naturaleza.
Me "humillé" ante Dios de distintas maneras primero, no planeé específicamente cómo se produciría la curación. Por cierto que quería dejar de beber, pero seguí con humildad lo que Dios me indicaba. Segundo, reconocí que Dios era la única fuente de poder y existencia. Y tercero, cedí a mi verdadera naturaleza, que existe libre de la dependencia o el interés en la bebida. Fue entonces cuando percibí mi ser real y espiritual creado a imagen de Dios.
La Biblia nos dice que Dios es nuestro Padre, de modo que puede ser útil preguntarnos cuando enfrentamos a la tentación: "¿Cuándo dejé de ser hijo de Dios, perfecto en todos Sus caminos?" Por supuesto que la respuesta es "nunca". En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: "Además, Dios, o el bien, jamás capacitó al hombre para pecar. Lo opuesto del bien — es decir, el mal — es lo que parece capacitar a los hombres para que obren mal. Por lo tanto, el mal no es sino una ilusión y no tiene base real".Ciencia y Salud, pág. 480.
Se preguntarán: "Si sigo siendo el hijo de Dios, ¿por qué soy tentado?" "¿Es Dios el que me tienta?" La respuesta es un rotundo no. La Biblia explica: "Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie". Santiago 1:13. Lo importante es que la tentación sólo es una sugestión mental, por más real, fuerte o convincente que pueda parecer.
El comprender esto nos trae libertad. Y la clave para ver este hecho es recurrir a Dios de todo corazón y estar dispuesto a seguir Su guía.
Por mucho tiempo, un hombre solía pasar por la Sala de Lectura y leer las citas que estaban en la vitrina. Cuando no las cambiaba, el día lunes se asomaba a la puerta y me lo recordaba.
Siempre lo invitaba a entrar pero nunca aceptaba. Generalmente le obsequiaba un Heraldo o un Cuaderno Trimestral de la Christian Science. Hasta que un día le obsequié Ciencia y Salud.
Un día lo volví a ver leyendo en la vitrina, y era otro hombre. Se veía limpio, sereno, hermoso. Me comentó después que con la lectura de la Biblia y Ciencia y Salud había dejado el alcohol y estaba sano y alegre. Dios lo había sanado, y hoy este hombre es útil a la comunidad.