Aunque Se Conoce muy bien el daño que produce el alcohol, mucha gente cae víctima del hábito. Otros creen que pueden alcanzar cierto nivel social si beben alcohol.
Pero, ¿puede un mero líquido realmente dar alegría y paz? ¿Acaso las sustancias que producen adicción o que emborrachan dan felicidad y satisfacción verdaderas? ¿Alivian la tristeza o la enfermedad, las preocupaciones o los conflictos? De ninguna manera. No hay beneficio alguno, por más poco que sea el consumo de alcohol. Mary Baker Eddy escribe en Escritos Misceláneos: "Todo cuanto embriaga al hombre, lo atonta y hace que degenere física y moralmente. La bebida fuerte es incuestionablemente un mal, y el mal no puede usarse con temperancia: su menor uso es abuso; de ahí que la única temperancia sea la abstinencia total". Esc. Mis., pág. 288-289.
El gobierno en mi estado, Andhra Pradesh, en India, puso en marcha la prohibición total de bebidas alcohólicas. Muchos han expresado su alegría, no obstante esto no es una solución permanente. Para obtener una respuesta definitiva al problema del alcoholismo, no hay nada mejor que recurrir a Dios, el Espíritu. La ley de armonía de Dios, que está siempre en operación y es suprema, bendice al hombre con verdadera felicidad. La comprensión del amor divino nos libera de apoyarnos en estimulantes o en confiar en la materia para encontrar satisfacción y felicidad, y nos guía a encontrar paz y realización en el cuidado de Dios.
Yo me volví adicto al alcohol en el ejército, durante la Segunda Guerra Mundial. Intenté sin ningún éxito superar el hábito con la voluntad humana. Después que me dieron de baja del ejército, continué bebiendo, aun cuando tenía una familia. Pensaba que el cigarrillo y la bebida podrían traer felicidad y satisfacción a mi vida, pero en cambio producían un gran descontento en mi familia. Me sentía deprimido, solo e inútil, y me preguntaba si alguna vez podría liberarme de esta adicción.
Encontramos nuestra dignidad en nuestra herencia espiritual
Fue entonces cuando me invitaron a una conferencia de la Christian Science,* a la que asistí con la esperanza de que encontraría una respuesta a mis problemas. El conferenciante habló del poder sanador del Cristo, la Verdad, y habló sobre el Padre Nuestro, lo que quitó la oscuridad de mi conciencia y la llenó de luz espiritual. Esto me llevó lentamente a discernir que la alegría y la satisfacción son espirituales y que como hijos de Dios, el Espíritu, expresamos naturalmente estas cualidades. No obstante, la curación no se produjo de inmediato. Había aprendido que la base espiritual para desarrollar estabilidad en mi vida era comprender cabalmente que Dios, el Amor divino, es Todo, y que el hombre es Su expresión completa.
En realidad, no somos mortales con un conjunto de valores materiales. Nuestro verdadero ser es espiritual; somos el linaje de Dios, creados a Su imagen y semejanza. Ciencia y Salud explica nuestra verdadera identidad de este modo: "El hombre, en la semejanza de su Hacedor, refleja la luz central del ser, el Dios invisible". Ciencia y Salud, pág. 305. Como el reflejo de Dios, el hombre sólo tiene una norma, el Principio divino. Este sentido espiritual y verdadero de vida vence la tentación de que tenemos que amoldarnos a una norma inferior.
Cristo Jesús nunca cedió a la tentación. Su ejemplo en este sentido me inspiró. En una ocasión el tentador le sugirió a Jesús que si tan sólo se inclinaba y lo adoraba a él, el diablo, todos los reinos del mundo serían suyos. Pero Jesús enfrentó al tentador diciendo: "Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás". Mateo 4:10. Este ejemplo de rechazar la creencia en una creación material y sus falsos placeres, me ayudó a superar la tentación de beber.
Comprendí que el verdadero gozo no está basado en la materia. El gozo permanente viene sólo al conocer a Dios. La Biblia dice: "Al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo". Eclesiastés 2:26. Este gozo de ninguna manera depende de las normas mundanas. El hombre, como reflejo de Dios, siempre está satisfecho y feliz.
Me di cuenta de que no existe verdadero placer en el alcohol. No tiene ningún atractivo. Dios, el Espíritu divino, es la única fuente genuina de atracción. Con estos pensamientos en mi conciencia, me sentí muy feliz y me transformé en un hombre totalmente nuevo. Había sanado de la adicción al alcohol y del hábito de fumar a los que había estado atado durante tres décadas. La vida dejó de ser una carga, y mi familia ya no se sentía descontenta conmigo. Fue así como la Ciencia del Cristo se tranformó en una salvación infalible para mí.
La redención que experimenté está al alcance de todos. Cada uno de nosotros se puede regocijar con el Salmista: "Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre". Salmo 16:11.
*Significa Ciencia Cristiana. Pronúnciese crischan sáiens.