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Protegido en un accidente de automóvil

Del número de agosto de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conocí la Christian Science gracias al deseo que tuvo la madre de un querido amigo de compartir el libro Ciencia y Salud con mi madre. Al empezar a estudiar este maravilloso libro en mi adolescencia pronto percibí que el Amor divino abraza a toda la creación. Las verdades enunciadas en este libro de a poco me permitieron comprender que para Dios nada es imposible. La noción de una vida llena de limitaciones cedió a la maravillosa percepción de que Dios nos da la posibilidad de lograr todo lo bueno. Sentí que finalmente había hallado la Verdad.

En aquel entonces estaba finalizando la escuela secundaria, y la Christian Science me fue de gran ayuda, pues había aceptado tomar algunas drogas, sin percibir las graves consecuencias que eso tenía, simplemente porque algunos amigos también lo hacían. Pronoto me sentí mal, y al recurrir a la oración pude restablecer mi bienestar al comprender que todos estamos bajo el gobierno de la ley divina, la ley del Amor, que endereza nuestras veredas.

Después de casarnos mi esposa y yo decidimos ir a vivir a otra localidad en busca de un mayor contacto con la naturaleza, en medio de tranquilas montañas y de una vida sencilla, pues habíamos vivido desde que nacimos en una populosa ciudad.

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