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Cinco sentidos engañosos

Del número de enero de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Opinión generalizada nos lleva a aceptar como si fuera real y concreto todo lo que los sentidos físicos nos transmiten. Pero cuando profundizamos un poco, nos llegamos a preguntar si los sentidos realmente nos dicen la verdad. Por ejemplo, si analizamos la mezcla del bien y del mal en el mundo sensorio, puede que no nos parezca lógico que sea tan opuesta a Dios, el creador todopoderoso y bueno. Pero, la Christian Science nos ayuda a resolver el enigma.

Lo que causa todos nuestros problemas son la evidencia y habladurías de los sentidos que no hemos llegado a anular espiritualmente. “La Christian Science y los sentidos están en pugna”, Mary Baker Eddy explica: “Es una lucha revolucionaria”.Escritos Misceláneos, pág. 101. Es una confrontación continua; pero cuando silenciamos los sentidos materiales, triunfa en nuestra conciencia la verdad espiritual acerca de Dios y el hombre.

La espiritualidad neutraliza la contaminación de los sentidos corporales. Por eso, la Biblia y la Christian Science destacan la necesidad de cultivar y agudizar la percepción espiritual.

¿Podemos disminuir la molesta influencia de los sentidos? ¿Podemos eliminarla? Sí, y hay muchas maneras de hacerlo.

Podemos afirmar con frecuencia que el sentido espiritual, o sentido del Espíritu, es uno solo, y esto nos ayuda a estar alertas al engaño de los sentidos, y subyuga los cinco sentidos corporales. También podemos afirmar que Dios, el Espíritu infinito, no creó los cinco sentidos materiales. Las facultades materiales no son parte de la creación de Dios ni del hombre, que es Su expresión. El hecho absoluto es que no hay cinco sentidos materiales, ni tres, ni uno. Lo que llamamos cinco sentidos materiales no son sino la manifestación de una falsa creencia mortal. Al comprender y reconocer este hecho ejercemos cierto grado de dominio sobre los cinco sentidos, tan errados y engañosos. De este modo no nos pueden engañar con tanta frecuencia.

Otra manera de anular la influencia de los sentidos es dirigir nuestra mirada en otra dirección — hacia el sentido del Alma— para ver lo que es verdadero y real acerca del universo y del hombre. Y para ello ayuda tener presente la esencia de este pasaje de los escritos de la Sra. Eddy: “Todo lo que parezca ser material, parece serlo sólo para los sentidos materiales, y no es sino el estado subjetivo del pensamiento mortal y material”.Ibid., pág. 102. Por ejemplo, la enfermedad, con sus condiciones y síntomas, no es una realidad fuera de la conciencia, sino una fase del pensamiento. Pero esta mentalidad jamás es la conciencia del hombre, el reflejo del Espíritu. Jamás es aquello con lo que verdaderamente “sabemos”.

Los sentidos materiales cometen tantas equivocaciones que Dios simplemente no los pudo haber creado. Si no existieran, y en verdad no existen, no podríamos saber nada de la materia. Nuestro sentido espiritual nos informa sólo del Espíritu y de su creación perfecta. En la medida en que reconozcamos, comprendamos y vivamos de acuerdo con lo que el sentido espiritual nos informe, demostraremos gradualmente la validez de tal informe con la curación. Cuando logremos dominar el testimonio de los cinco sentidos engañosos, tendremos menos estrés y frustración; evitaremos muchos de los peligros y torbellinos de la vida mortal, y padeceremos menos enfermedad, decadencia y limitación.

A pesar de lo que los sentidos nos estén informando —desastres naturales, caos, odio, accidentes— y por más convincentes que sean, nuestro cultivado sentido espiritual puede discernir la supremacía de Dios. Y aun podemos percibir la realidad de Su totalidad cuando, triunfante, el sentido espiritual prevalece sobre el engaño de los sentidos carnales. Para la percepción cristianamente científica existe una clara línea de demarcación entre lo que los sentidos falsamente afirman y lo que el sentido espiritual ve y sabe.

El escéptico puede exasperarse y decir: “¡Qué tontería es todo esto! Necesitamos los sentidos casi todo el tiempo; no podríamos funcionar sin ellos. Si alguien no ve bien, se pone unos lentes para poder ver mejor, o si no oye adecuadamente, usa un aparato para la sordera. ¿No es tonto y totalmente impráctico desechar los sentidos en la forma en que la Christian Science parece hacerlo?”

Es verdad, en la vida diaria no ignoramos los sentidos, ni podemos hacerlo. Los usamos para ver, oír y conversar con nuestro prójimo; quizá con la vecina con quien compartimos recetas de cocina. Pero si por ejemplo, nuestra vista nos sugiere que ella está enferma, esta visión sería un testigo falso. Para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y así seguir fielmente las enseñanzas de Cristo Jesús, deberíamos acallar ese falso testigo de la enfermedad. Entonces utilizaríamos nuestros “ojos” espirituales, que ven al hombre perfecto allí donde los ojos mortales quizá estén viendo un individuo enfermo.

Se hizo la siguiente pregunta: “¿Cómo sabe la Sra. Eddy que ella ha leído y estudiado correctamente, si uno tiene que negar los testimonios de los sentidos? Ella tuvo que usar sus ojos para leer”. Y su respuesta fue: “ 'Jesús dijo: '¿Teniendo ojos no véis?' Yo leí la página inspirada mediante un sentido más elevado que el sentido mortal. Como materia, el ojo no puede ver; y como mente mortal, es una creencia que ve. Puede ser que yo lea las Escrituras mediante la creencia de vista ocular; mas para interpretar su Ciencia tengo que comprenderlas espiritualmente”.ibid., pág. 58.

Esta respuesta nos muestra cómo sana la Christian Science. La metafísica sanadora y práctica exige que miremos más allá y por encima de los sentidos; esto significa acallar y eliminar su falso testimonio. Para obtener esta habilidad es necesario orar y perseverar en nuestro crecimiento espiritual. Ésta es la manera en que nos mantenemos sin ser engañados por los sentidos; reemplazando la evidencia de los cinco sentidos por la evidencia de uno solo, esto es, con la evidencia del sentido espiritual. Y esta conciencia de la realidad es la que sana.

Es obvio que necesitamos acallar el sentido material. Si los sentidos no están tranquilos sino que están parloteando y les ponemos atención, el Espíritu y la Ciencia divina no pueden ser oídos porque hay demasiada obstrucción e interferencia. Cuando aceptamos la evidencia de los sentidos, se aleja nuestra atención del sentido del Alma, y así continúa la ilusión del sentido material.

¿De dónde vienen los paisajes y los rostros que aparecen en la conciencia mortal? ¿A partir de qué se forman? La materia prima, en la creencia humana, de la cual se hacen estas escenas, proviene de los sentidos. Tanto la materia como la personalidad finita, consideradas desde el punto de vista de la totalidad del Espíritu, no son nada más que una ilusión de los sentidos.

Cuando usamos sistemáticamente este único sentido, el sentido del Alma, obtenemos un dominio creciente de los sentidos ilusorios de la vista y el oído. No los perdemos, sino que aprendemos a mantenerlos como sirvientes y no como amos; y como sirvientes funcionan mejor. Los mantenemos en este útil papel mientras aún en apariencia vivimos en un plano físico. Aun así, la realidad espiritual se mantiene de que el hombre, por ser la expresión del Alma, refleja las facultades perfectas de ésta. Desde el punto de vista metafísico, lo que oímos y percibimos realmente no tiene nada que ver con los órganos materiales. La Sra. Eddy escribe: “Todo es tan real como lo hagáis y no más. Lo que véis, oís, y palpáis es un modo de consciencia, y no puede tener otra realidad que el concepto que tengáis de ello”.La unidad del bien, pág. 8.

La oración elevada requiere que nos alejemos de a momentos de lo que los sentidos carnales nos están diciendo. Esto significa tomarnos un momento para quitar nuestra atención de las persuasiones de los sentidos de que el hombre es una estructura física que vive en un escenario geográfico. Esta oración consiste en apartar nuestra atención de los órganos mortales de la vista y el oído, para oír la voz del sentido espiritual. Requiere hacer una pausa y poner total atención, para escuchar la voz del Espíritu.

Para descubrir y destruir todo lo erróneo en cualquiera de sus manifestaciones, es útil decirnos: “¡Los cinco sentidos engañosos son los que me están diciendo esto!” Ciertamente Dios no está diciéndonos nada sobre conflictos y discordias; sólo los testigos falsos nos dicen eso, y no debemos creerles. Y si no les creemos, manteniéndonos firmes en lo que es divinamente metafísico, podemos sanar espiritualmente.

Podemos dejar que la Mente divina hable, vea, oiga y sienta. Ella nos informará de la realidad que es totalmente buena, y ésa es la única realidad; nos informará del hombre verdadero, infinitamente alejado de las estocadas y las confusiones del sentido mortal. Permitir que la Mente sea la que hable y nosotros los que escuchemos, es una manera elevada de oración. Es la manera de sanar y de tener un concepto de la vida más satisfactorio y más pleno.

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