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Mary Baker Eddy: una sanadora valiente

Del número de enero de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Christian Science Sentinel


Desde Su Infancia, Mary Baker Eddy se interesó en la curación espiritual. Cuando era niña, realizó varias curaciones por medio de su fe en Dios, las cuales están bien documentadas por sus historiadores.

Por aquel entonces, la gente que la conocía nunca pensó que llegaría a escribir un libro que iba a sanar a millones, restableciendo el método de curación usado por el Maestro Cristo Jesús. Tampoco imaginaron que fundaría una iglesia con filiales alrededor del mundo, que crearía varias revistas y publicaría un diario internacional. Sin embargo, eso fue exactamente lo que hizo, en una época en la que se esperaba que las mujeres, en general, fueran seguidoras y no líderes.

La primera mitad de su vida, de 1821 a 1866, fue de preparación para la inmensa labor que realizaría posteriormente. En 1843, un año después de haberse casado, su esposo murió antes de que su único hijo naciera. Durante su viudez tuvo que depender de la caridad de los demás para tener un hogar. Diez años después, se casó por segunda vez con un dentista ambulante que le fue infiel. El matrimonio no pudo darle el hogar estable que ella anhelaba, y perdió la custodia de su hijo. El matrimonio acabó en divorcio veinte años después. Durante este difícil período, la mala salud la llevó a buscar intensamente la curación física.

La idea del poder sanador de Dios nunca se alejó de su pensamiento, aun mientras exploraba varios sistemas curativos practicados por médicos y otras personas. Con el tiempo y la experiencia, gradualmente comenzó a percibir que la mente humana tenía influencia en el cuerpo y la salud. Investigó la homeopatía y otros métodos de curación que no eran estrictamente de carácter médico. Tuvo vislumbres admirables de una verdad espiritual que parecía estar casi a su alcance y, a veces, su salud mejoraba, pero luego volvía a enfermar.

Entonces, ocurrió algo muy importante en su vida. En el invierno de 1866, cuando iba de camino a una reunión, se cayó en el hielo. Sufrió heridas serias, y el médico que la atendía no albergaba muchas esperanzas de que se recuperara. Después de dos días de sufrimiento, mientras sus amigos y parientes estaban a su alrededor presintiendo el final, ella vislumbró una idea que le cambió la vida.

Mary Baker Eddy lo describe así: “Tres días después, pedí mi Biblia y la abrí en Mateo 9:2. Mientras leía, la Verdad curativa alboreó en mi pensamiento; y el resultado fue que me levanté, me vestí, y de ahí en adelante gocé de mejor salud que antes. Esa breve experiencia llevaba en sí una vislumbre de la gran realidad que desde entonces he tratado de explicar a los demás, es decir, la Vida en el Espíritu y del Espíritu; siendo esta Vida la única realidad de la existencia”.Escritos Misceláneos, pág. 24.

El resto de su vida lo dedicó a llevar este método de curación a otros. Después de haberse restaurado su salud, mediante una profunda oración y un intenso estudio de las Escrituras, se dio cuenta de que las obras sanadoras de Cristo Jesús no eran hechos milagrosos. Por el contrario, las enseñanzas de Jesús tenían el propósito de mostrarles a todos cómo sanar sobre una base científica, esto es, demostrable y digna de crédito. De esta manera, Jesús deseaba que sus seguidores en todas las épocas obedecieran su mandato: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:8.

Para ella la Christian Science era las leyes de salud y santidad que se podían demostrar en la vida diaria.

El estudio de la Biblia y su labor para explicar este sistema de curación, que llamó Christian Science, hizo que la Sra. Eddy viera la necesidad de escribir un libro que explicara tanto la raíz bíblica de su descubrimiento como la aplicación de estas leyes divinas. La Christian Science no era simplemente una ciencia mental. Para ella era literalmente la Ciencia divina, las leyes espirituales de la salud y la santidad que pueden demostrarse en la vida diaria. La casualidad no tenía cabida en la ley de Dios.

La labor de escribir este libro, que finalmente se llamó Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, se convirtió en una odisea, una jornada tanto mental como física. Se sintió impulsada por el Espíritu a escribir, y consideró que era un escriba al servicio de Dios. En esa época, sus recursos económicos eran limitados y la gente no siempre aceptaba sus ideas radicales respecto a un Dios totalmente bueno que no conocía ni enviaba el mal, un Dios que había creado al hombre espiritual y perfecto. Tuvo que mudarse de una pensión a otra, mientras desarrollaba sus ideas por medio de la oración y el estudio de la Biblia, y las ponía en práctica sanando.

Un ejemplo de ello es la curación de un niño de un año y medio que “se le veían los huesos de tan delgado que estaba, debido a una enfermedad intestinal crónica. Sólo podía tomar papilla aguada, y desde hacía varios meses sólo evacuaba sangre y mucosidad”. La Sra. Eddy “se acercó a la cuna del niño, lo tomó en sus brazos en silencio, le dio un beso y lo puso en la cuna. En menos de una hora el niño estaba fuera de la cuna jugando, comiendo normalmente, y perfectamente sano”. Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Discovery, pág. 256.

Aun en esta primera etapa de su descubrimiento, sus estudiantes notaron lo valiente que era ante la enfermedad.Ibid., pág. 255. Su comprensión de que Dios nunca había enviado la enfermedad, y que tales condiciones no tenían sustento alguno ante el Amor todopoderoso, negaba toda autoridad a la enfermedad. No importaba si esa supuesta autoridad parecía tomar forma de sufrimiento, temor al contagio o de la creencia de que todo esfuerzo adicional para sanar era inútil.

La primera edición de Ciencia y Salud fue publicada en 1875. Aunque algunos escribieron menospreciándolo, hubo otros que vieron algo más profundo en el mensaje del libro. Mary Baker Eddy esperaba que éste fuera un libro de texto para la gente que tanto deseaba la curación. Ella escribe: “Vi ante mí a los enfermos, consumiendo años de servidumbre sujetos a un amo irreal en la creencia de que el cuerpo los gobernaba, en vez de la Mente”. Y continúa en el siguiente párrafo: “A los lisiados, los sordos, los mudos, los ciegos, los enfermos, los sensuales y los pecadores quise salvar de la esclavitud de sus propias creencias y de los sistemas educativos de los faraones, quienes hoy, como antaño, tienen a los hijos de Israel en servidumbre”.Ciencia y Salud, pág. 226.

Aunque revisó y clarificó el mensaje de este libro varias veces, ella misma lo estudiaba diligentemente. Sentía que Dios estaba revelando la realidad divina, y su objetivo era dejar que Dios, el Espíritu, hablara. El libro no tenía el propósito de ser un testamento de su personalidad, ni de hacerla famosa y que la reverenciaran, sino que tenía el propósito de sanar y redimir, y hacer que el poder de Dios fuera evidente para todos los que recurrieran a Él en momentos de necesidad.

Su continua labor de revisión de Ciencia y Salud se realizó bajo enormes pruebas (algunas veces enfrentando procesos judiciales y otras sufriendo el abandono de aquellos en quienes había confiado), y esto le dio una energía y fortaleza inconmensurables. No hay duda de que cada palabra del libro fue puesta a prueba cuando tuvo que satisfacer las exigencias prácticas que ella enfrentaba, en lo personal y en su labor para establecer su Iglesia. La utilidad actual del libro y su impacto sanador, demuestran que ha soportado la prueba del tiempo.

(Resumen de un artículo publicado en el .)

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