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Un libro que abre las Escrituras

Del número de enero de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Veinticinco años, cuando leí Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por primera vez, su mensaje me emocionó de tal manera que literalmente me puse a llorar. La experiencia me recuerda cómo se sintieron los dos discípulos de Jesús en el camino a Emaús, después de haber caminado y hablado con el Salvador que acababa de resucitar: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32).

Ciencia y Salud, y en especial la Clave de las Escrituras, me abrió la Biblia y reveló su significado. Ahora, cuando leo los Evangelios, siento muy cercanos los sucesos que describen, como si estuviera participando en ellos, y no tan sólo observando. La presencia del Cristo es vívida, y ese reconocimiento de la presencia del Cristo ha cambiado mi vida, como cambió la de la Sra. Eddy.

El descubrimiento de la Ciencia del Cristianismo que hizo la Sra. Eddy fue una consecuencia de su comprensión espiritual de la Biblia. Su travesía espiritual la llevó de los conceptos religiosos aceptados en su época, a un llamado fuera de ellos, un camino menos transitado. Las Santas Escrituras fueron su guía, su sanador y su maestro. Ciencia y Salud nos asegura: “Las Escrituras son muy sagradas. Nuestro objetivo debe ser el de contribuir a que se las comprenda espiritualmente, porque sólo mediante esa comprensión se puede llegar a la verdad” (pág. 547).

Desde el comienzo busqué la curación espiritual de mis enfermedades físicas con la ayuda de la Biblia y de Ciencia y Salud. Las cien páginas del capítulo de Los Frutos en Ciencia y Salud, me motivaban a seguir adelante. Aprendí a perseverar en cada situación y a no sentirme desalentada, y hasta aprendí a comenzar de nuevo con una fe más fuerte. Cada curación fue un paso de progreso en mi evolución espiritual.

Durante esos años, tuve muchas oportunidades de practicar lo que aprendía. Me sentía cada vez menos satisfecha con la antigua manera de vivir, y necesitaba cambiar mi forma de pensar y estar más a tono con el cristianismo científico. Superé mi renuencia a pedir ayuda a un practicista de la Christian Science, cuando me percaté de los beneficios de tal ayuda.

A medida que progresaba, mis problemas físicos fueron disminuyendo y yo les daba menos realidad. Pude rechazar las pretensiones pecaminosas al aplicar en oración los hechos espirituales, con la certeza de que se estaba produciendo un “nuevo nacimiento”. Ciencia y Salud explica: “El progreso nace de la experiencia. Es la maduración del hombre mortal mediante la cual se abandona lo mortal por lo inmortal” (pág. 296). La Biblia declara: “Alaben la misericordia de Jehová, y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta” (Salmo 107:8, 9).

Estoy experimentando el mensaje de estos versículos ahora, en mi esfuerzo por obtener, día a día, llena de gratitud y alegría, un mayor desarrollo espiritual y oportunidades para compartir con los demás lo que estoy aprendiendo. Esto también lo descubrí en mi travesía: que la gratitud es la respuesta del corazón a las ofertas llenas de gracia del Amor divino.


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