Mis Amigos Dirían que no soy amante de la naturaleza. Siempre me encantó quedarme adentro en casa, arrellanada en un cómodo sillón, leyendo un buen libro. Uno de mis preferidos es Ciencia y Salud, por Mary Baker Eddy. El mismo tiene una declaración sobre la naturaleza que siempre había interpretado falazmente: "Toda la naturaleza enseña el amor de Dios hacia el hombre..."Ciencia y Salud, pág. 326. La oración completa dice: "Toda la naturaleza enseña el amor de Dios hacia el hombre, pero el hombre no puede amar a Dios supremamente y poner todo su afecto en cosas espirituales mientras ame lo material o confíe en ello más que en lo espiritual". Hace poco, la naturaleza me enseñó una lección sobre el crecimiento espiritual.
Me puse a escuchar el programa de radio "Moment of Science" (un espacio para la ciencia). Los comentarios que hizo el locutor sobre el fototropismo, que es el proceso que hace que las plantas se vuelvan a la luz, me recordó una escena que presencié años antes. Iba manejando una mañana, cuando vi un campo de girasoles enfrentando el sol. Para cuando regresé esa tarde a casa, habían girado completamente hacia el sol que en esos momentos se ponía. Siguiendo el ejemplo de esas flores que siempre buscan la luz, en silencio reafirmé mi deseo de recurrir a la luz espiritual de Dios para responder a todas mis necesidades.
Entonces el locutor hizo otro comentario sobre el fototropismo que me ha hecho pensar mucho en el crecimiento espiritual. Si bien las plantas se vuelven naturalmente hacia la luz, parece que lo que motiva a algunas de ellas, en particular el pasto, no es tanto que les atrae la luz, sino que el crecimiento se produce en la parte que está en la sombra. El crecimiento en realidad se produce del lado de la planta que no está enfrentando al sol. Este crecimiento asimétrico del lado de la sombra hace que la cabeza, o flor, gire hacia el sol. Véase Neil A. Campbell, Biology, 4th ed. (Menlo Park, CA: The Benjamin/Cummings Publishing Co., 1996), pág. 760.
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