Imagine que está en un barco de vapor que está por partir. Usted no sabe qué hacer, y se pregunta: "¿Me quedo en el barco o salto para quedarme en tierra?" Las máquinas están acelerando mucho y la hélice da vueltas y vueltas, pero usted está aferrado a una soga agarrada al muelle, y está impidiendo que el barco salga. Cuanto más se aferra usted a la soga, más difícil resulta mantener el barco en su lugar. Usted está forzado a dejarlo partir y apartarse así de la costa, o a saltar.
Tal vez esto le recuerde alguna decisión que está enfrentando en su empleo, en una relación, o algún otro asunto. O quizás ya haya hecho un compromiso y se esté preguntando si hizo lo correcto. Cualquiera sea la situación, podemos confiar en que Dios gobierna cada aspecto de nuestro ser con Su ley perfecta. Esto es un hecho espiritual, y como tal, lo podemos probar.
Todo movimiento correcto es una manifestación del bien impulsado por Dios, la Mente omniactiva. No es una cuestión de casualidad. Tampoco está limitado por el tiempo, ni es impuesto prematuramente, ni sujeto a la indecisión ni obstruido por las circunstancias. En el reino de la Mente divina hay orden y no puede haber acción inoportuna ni mal guiada, y tampoco puede haber resistencia a lo que esta Mente siempre presente nos inspira a hacer. Puesto que Dios tiene todo el poder y todo el conocimiento, no existe fuerza que se oponga a Sus sabias directrices.
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