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Decisiones, oración y progreso

Del número de diciembre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Imagine que está en un barco de vapor que está por partir. Usted no sabe qué hacer, y se pregunta: "¿Me quedo en el barco o salto para quedarme en tierra?" Las máquinas están acelerando mucho y la hélice da vueltas y vueltas, pero usted está aferrado a una soga agarrada al muelle, y está impidiendo que el barco salga. Cuanto más se aferra usted a la soga, más difícil resulta mantener el barco en su lugar. Usted está forzado a dejarlo partir y apartarse así de la costa, o a saltar.

Tal vez esto le recuerde alguna decisión que está enfrentando en su empleo, en una relación, o algún otro asunto. O quizás ya haya hecho un compromiso y se esté preguntando si hizo lo correcto. Cualquiera sea la situación, podemos confiar en que Dios gobierna cada aspecto de nuestro ser con Su ley perfecta. Esto es un hecho espiritual, y como tal, lo podemos probar.

Todo movimiento correcto es una manifestación del bien impulsado por Dios, la Mente omniactiva. No es una cuestión de casualidad. Tampoco está limitado por el tiempo, ni es impuesto prematuramente, ni sujeto a la indecisión ni obstruido por las circunstancias. En el reino de la Mente divina hay orden y no puede haber acción inoportuna ni mal guiada, y tampoco puede haber resistencia a lo que esta Mente siempre presente nos inspira a hacer. Puesto que Dios tiene todo el poder y todo el conocimiento, no existe fuerza que se oponga a Sus sabias directrices.

No obstante, en nuestra vida diaria, las circunstancias argumentan agresivamente lo contrario, y desafían nuestra habilidad para avanzar con armonía. El intento de llegar a una decisión sabia sin la ayuda de la oración, sin el humilde reconocimiento de que Dios gobierna, y sin escuchar con detenimiento Sus indicaciones, a menudo produce un fuerte debate interior: "¿Espero un poco más? ¿Asumo el compromiso? ¿Lo rechazo?" La verdad es que esta lucha mental no es necesaria. La oración nos puede mostrar la respuesta que necesitamos. La mente humana razona que cualquiera sea la respuesta que tengamos que descubrir, debemos hacerlo con los cinco sentidos. Pero como en ese razonamiento no participa Dios, carece de innovación espiritual, y a menudo nos guía hacia soluciones inciertas y limitadas.

Dios, el bien infinito, siempre ha determinado la experiencia y dirección del hombre. Las Escrituras afirman: "Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Filipenses 2:13. Por eso es importante que nuestro pensamiento esté de acuerdo con Dios, la mente omnisciente. Cuando en la calma de la oración, discernimos Su omnipresencia, desaparece la sensación de que estamos separados de Su sabiduría y amor. Reconocemos que somos uno con el único poder verdadero del universo, y descansamos en Su paz. Cuando tomamos una decisión, llenando nuestro pensamiento y expectativas con la "paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento", Filipenses 4:7. se disuelve toda aprensión con la que pudiéramos estar luchando, y podemos escuchar la dirección de Dios.

Cristo Jesús nos aconsejó: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". Mateo 5:48. Las palabras del Maestro hablan de un hecho espiritual que necesita ser probado: que nuestro ser verdadero está siempre en el punto de la perfección, no está demorado, ni está luchando por alcanzar ese punto. El definirnos de este modo y orar desde este punto de vista afirma nuestro pensamiento y lo abre hacia la infinitud de la Vida y el Amor, hacia el reino de Dios y la aparición natural del bien para todos.

Quizás nuestra decisión sea dejar una situación familiar y enfrentar una situación incierta. Tal vez nos exija que cambiemos la manera que hemos estado pensando o actuando, y nos apartemos de las maneras que estamos acostumbrados a definirnos a nosotros mismos. Es útil recordar que ya somos la expresión de Dios, su imagen espiritual y perfecta. No es algo que llegaremos a ser. Armados con este conocimiento espiritual, podemos cuidar con inteligencia de cada una de nuestras preocupaciones, cualquiera sea el tipo de cambio que enfrentemos.

En Ciencia y Salud Mary Baker Eddy escribe: "Dios expresa en el hombre la idea infinita, que se desarrolla eternamente, que se amplía y eleva más y más desde una base ilimitada".Ciencia y Salud, pág. 258. Confiar en esta verdad nos permite elevarnos por encima de la atracción magnética del pensamiento dualista, de creer en el bien y el material. Apoyados e inspirados por el Espíritu, nos podemos apartar de esta línea infructuosa de pensamiento.

El hecho es que no podemos perder nada de lo que somos realmente, solo podemos abandonar las creencias falsas y ya superadas sobre nosotros mismos. El bien que tenemos y del que estamos conscientes como expresiones de la Mente, permanece con nosotros, aunque parezca temporalmente oscurecido. El progreso, en su sentido más real, no consiste en perder o no estar familiarizado con algo. Se trata de adoptar nuevos puntos de vista del bien y de nuestra propia naturaleza verdadera. Podemos comprobar que en la Mente divina, siempre presente, que todo lo abarca, no existen áreas del pensamiento desconocido en las que podamos caer, ni agujeros negros de incertidumbre, donde no se pueda sentir y experimentar de inmediato el bien.

El comprender que nuestro movimiento y progreso son impulsados por Dios, nos da el valor para dejar de lado las preocupaciones personales. Esto nos permite aceptar plenamente Su plan perfecto.

El Apóstol Pablo escribió: "Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios". Filipenses 3:13-15.

Al avanzar espiritualmente, nos elevamos por encima de los confines del pensamiento mortal y sus preocupaciones, y damos cada paso con confianza, bajo la dirección perfecta de la Mente.

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