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El primer regalo de Navidad

Del número de diciembre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Casas Y Negocios brillan, cubiertos de ornamentos y luces que alegran la noche. Son una clara indicación de que la Navidad se acerca. La gente se siente animada, hay como una alegría en el aire, una alegría contagiosa. La gente se ve más cordial...

Es curioso observar que en diciembre varias religiones tienen importantes festividades. Los judíos celebran Hanukkah (Januká), festejo con que conmemoran la rededicación del templo. Los musulmanes a fines de noviembre celebran Ramadan, fiesta consagrada al ayuno. Y hacia fines de diciembre, cuando termina el ayuno, celebran Eid-Al-Fitr [Aíd], que es también una fiesta religiosa. Y, por supuesto, cristianos de todas las denominaciones celebran la Navidad, para recordar la llegada del Salvador.

Lo sorprendente es que incluso quienes dicen no tener ninguna religión o dios, se contagian de ese espíritu de solidaridad, de afecto, de comprensión, de ese espíritu de renovación. Una renovación espiritual que nos lleva a proponernos cambiar ciertos aspectos de nuestra vida, o de nuestro carácter, a mejorar nuestra relación con los demás, o a concretar, finalmente, aquello que hace tanto estamos dejando de lado.

Lo que ocurre es que la Navidad festeja la llegada de un niño. Un niño que trajo al pensamiento de la humanidad una idea más clara del amor de Dios hacia cada uno de Sus hijos. Y si analizamos las características que tiene un niño, nos damos cuenta de por qué la gente se siente más feliz que de costumbre.

Un niño es símbolo de inocencia, de pureza, de alegría natural, de risa espontánea y contagiosa. El nacimiento de un niño trae esperanza y felicidad. También es importante comprender que lo que nos brindó ese niño no tiene por qué limitarse almes de diciembre. Ese niño, esa inocencia, esa pureza, esa alegría, la podemos festejar y agradecer todos los días.

Por qué habremos de esperar a que llegue el mes de diciembre para tener un cambio favorable en la vida, para alcanzar la felicidad, para hacer las paces con un amigo o familiar, para cumplir un sueño... para expresar gratitud a Dios por todo el bien que nos da a diario...

Aquel niño, que Dios nos envió hace más de dos mil años, vino para traernos un mensaje de libertad, para hablarnos del bien que nos pertenece por ser los hijos de Dios. Vino a traer esperanza, y nos enseñó a liberarnos y a superar las limitaciones físicas y mentales que nos impone el mundo, como son la enfermedad, la pobreza y el pesar.

Ese niño se llamaba Jesús. Fue el primer regalo de Navidad. Dios nos lo dio. ¡Y qué regalo ha sido!

No limitemos entonces ese legado de libertad. Expresemos gratitud por ese regalo durante todo el año. Enfrentemos los desafíos con la sencillez, inocencia y pureza del niño, y con la fortaleza espiritual del Cristo, la idea espiritual que se ha quedado con nosotros para siempre.

Porque un niño no es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable,... Príncipe de Paz. Isaías 9:6

A continuación presentamos información sobre las otras dos festividades mencionadas. (Véanse págs. 12 y 13.)

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