En un servicio de los miércoles en la iglesia de la Christian Science de mi localidad, alguien dio un testimonio sobre una curación de estómago, de la imposibilidad de comer frutas debido a creencias impuestas por la higiene y la medicina convencional. Una de las partes que me llamó la atención fue cuando la persona reconoció el poder sanador de Dios mediante un correcto discernimiento espiritual y se preguntó: "¿Cómo pueden las frutas, tan ricas, tan dulces, tan sanas, hacerme daño si son creaciones de la Mente divina?" En la Biblia, Dios dice: "He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer" (Génesis 1:29).
La testificante continuó con el relato: "Me dije: 'No, no más, hasta aquí llego'" Salió del cuarto, bajó al comedor y comió algunas de las frutas que estaban en la mesa para que otros miembros de la familia las disfrutaran. Su curación fue instantánea, y el rechazo estomacal que la había hecho sufrir largo tiempo nunca más se produjo. Me impresionó mucho la forma tan sencilla de reconocer el poder de Dios.
Al día siguiente por la mañana, tuve que caminar un largo trecho. La mayoría de los ciudadanos se quejan de los rayos del sol y los médicos advierten que de once a tres de la tarde es muy peligroso caminar a la luz solar sin protección. Recomiendan echarse cremas protectoras y un sin fin de precauciones. Estuve caminando como tres cuadras y nunca me incomodaron los rayos del sol, por el contrario siempre me agradaron y no me importaba caminar desprotegido o quemarme.
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