Hace Muy Poco que me di cuenta de la importancia que ha tenido la Christian Science en mi vida desde mi infancia.
Me mudé a otro país y tuve que obtener una tarjeta de residencia, para lo cual me pidieron un certificado médico, que incluía una radiografía de tórax. Parecía tan sólo una formalidad. Pero, cuál no sería mi sorpresa cuando los rayos X mostraron una gran anormalidad en los pulmones. Me refirieron a una clínica, donde me dijeron que me debían hacer varios exámenes para determinar qué era y darme el mencionado certificado.
De inmediato, le pedí tratamiento a un practicista de la Christian Science, y comencé a estudiar con renovada dedicación la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Percibí que primero debía dejar de lado la ilusión de que me iba a morir, que es sólo un decreto que la mente mortal ha impuesto en la humanidad. "El postrer enemigo que será destruido es la muerte", como escribió Pablo (1 Corintios 15:26). Pero Dios, y el hombre y la mujer hechos a Su imagen y semejanza, no tienen enemigos, porque no puede haber nada que se oponga a Dios, y pueda reflejarse en la vida inmortal que Jesús prometió a todo aquel que cree en Cristo. Por lo tanto, la muerte no es más que un mito de la mente mortal, cuya falsedad la humanidad tiene en algún momento que descubrir. Comencé con mucho interés a explorar el concepto de que la muerte es un mito.
Comprendí que lo que muere y debe ser eliminado es el falso concepto de que hay alma y vida en un cuerpo material. Una vez que muere esa ilusión, nos encontramos con nuestra verdadera naturaleza espiritual como hijos de Dios. Decidí buscar cada día la verdad que eliminara en cierta medida la creencia de que hay vida en la materia.
La Vida verdadera que pertenece a Dios, que es Dios, es inmortal y Cristo Jesús nos prometió vida eterna, si aceptamos al Cristo, la Verdad. Nunca podría perder la vida, el reflejo de la Vida. Lleno de la certeza de que la Vida no tiene interrupción, y lleno de gratitud por las bendiciones de mis semanas de estudio, regresé a buscar los resultados de los exámenes que me habían hecho. El diagnóstico de que era una enfermedad mortal, desapareció de inmediato, pero me esperaba una sorpresa. Me dijeron que había tenido tuberculosis, lo que explicaba la anormalidad, pero necesitaban hacerme más exámenes para explorar las probabilidades de que la enfermedad volviera. No me podían dar el certificado hasta que tuviera los resultados de esos otros exámenes. Sorprendido, les dije que yo nunca había tenido tuberculosis. Consideraron que eso era una evidencia de que se trataba de una tuberculosis sin síntomas, por lo cual pensaban que el caso podría ser aún más serio.
Fue entonces que recordé una enfermedad que había tenido cuando tenía seis años. En aquella época vivía en una zona remota de Nueva Zelanda. Había estado en cama durante varios meses y había perdido un año de escuela. Me habían hecho muchos exámenes médicos debido a mi prolongada ausencia, pero nunca habían hecho un diagnóstico. Los médicos aceptaron la decisión de mi madre de apoyarme únicamente en la Christian Science para este tratamiento. Poco recuerdo de ese año, excepto que me sentí muy feliz de aprender a leer y escribir. Le conté esta historia a la doctora de la clínica, y le mencioné que después había tenido una tos muy dolorosa y no podía estar de pie por mucho tiempo, pero que también eso había sido superado. Estuvo de acuerdo en que ahora tenía la evidencia física, y que podía afirmar que la enfermedad desconocida había sido tuberculosis, pero no obstante insistió en hacerme más exámenes.
Al oír esto, la practicista declaró con firmeza que era un hecho que yo no tenía tuberculosis. Al día siguiente, recibí el certificado médico firmado, y me entregaron mi tarjeta de residencia. La clínica había aceptado la evidencia de que yo había sanado de tuberculosis cuando tenía seis años. Si bien estoy agradecido por esta curación, estoy aún más agradecido por estar protegido de cualquier diagnóstico que me produzca temor. Esta fue la bendición de mis semanas de estudio.
Desde entonces he tenido muchas curaciones, entre ellas, de reumatismo, problemas de estómago, angina y otras infecciones de garganta, y la quebradura del dedo gordo del pie. Dios me ha guiado al tomar decisiones difíciles sobre relaciones personales y en la búsqueda de un hogar y familia perdurables. Por todo esto estoy muy agradecido, y también por las muchas curaciones en las que la enfermedad o problema desapareció totalmente de mi conciencia y memoria, y se transformó en un momento olvidado cuando encontré nuevamente la luz de la Verdad, que pareció estar ausente.
París, Francia
