Hace Algunos Años, me causó profundo interés un testimonio en la edición japonesa (Sakigake) de El Heraldo de la Christian Science. El testificante, sin querer se había cortado el dedo con un cuchillo, y la herida era tan profunda que casi pierde el dedo. De inmediato sostuvo el dedo bien apretado, y oró el Padre Nuestro con todo su corazón. Dijo que el Padre Nuestro que oró ese día pareció muy diferente del que acostumbraba a decir.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, el dedo estaba normal, estaba igual que antes de que se lo cortara. El escritor se preguntaba si no habría soñado el accidente. No obstante recordaba muy bien el cuchillo y la hemorragia.
Después de leer este testimonio, seguí reflexionando sobre el hecho de que el Padre Nuestro le había parecido diferente ese día. Yo anhelaba orar el Padre Nuestro de ese modo.
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