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¿Se siente solo?

Del número de diciembre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Niño. Alegría. Luces. Todo esto forma parte de las fiestas de diciembre.

¿Es verdad, entonces, que como dice una canción francesa, “vivimos los unos con los otros... pero al final nos damos cuenta de que estamos solos en el mundo”?

¿Por qué nos resulta a veces tan difícil estar solos? ¿Acaso es porque sentimos que no es normal estar solos y necesitamos siempre tener a alguien con nosotros? Tal vez pensamos que necesitamos la compañía de una presencia física, que se pueda ver y oír. Sin embargo, la televisión, que podemos oír y ver, no satisface bien esa necesidad. Y nos podemos sentir solos aun en medio de una multitud.

En lo profundo de nuestro ser, lo que deseamos no es tan solo una presencia física. Quizás, lo que realmente estamos buscando sea una presencia que nos pueda conocer íntimamente, que nos pueda apreciar y amar, y que nosotros podamos a su vez también amar. En resumen, una compañía amorosa y viva.

A lo largo de los siglos, muchos hombres y mujeres que vivieron momentos de gran soledad, descubrieron que había una presencia muy tangible y no física con ellos, que se denominaba generalmente Dios. Y hace mucho tiempo, en Palestina, vivió un hombre que dio pruebas, con sus palabras y hechos, de que existe siempre con nosotros una presencia divina.

Este hombre, Cristo Jesús, cuyo nacimiento conmemoramos en Navidad, estaba tan consciente de la omnipresencia de Dios, que hablaba con Él, ya sea que estuviera solo o rodeado de una multitud. Sabía en todo momento, que Dios, a quien llamaba Padre, lo amaba y apreciaba. En el momento más difícil de su experiencia, no mucho antes de ser crucificado, le dijo a sus discípulos: “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. Significa Ciencia Cristiana, Pronúnciese crischan sáiens.

Jesús vivió y ejemplificó al Cristo como nadie lo ha hecho antes o después. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, Juan 16:32. explica en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El Cristo es la verdadera idea que proclama al bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana”.Ciencia y Salud, pág. 332. La misión de Jesús de Nazaret fue única, pero las enseñanzas y vida del Maestro nos permiten conocer esa presencia divina que está constantemente con cada uno de nosotros.

Hace unos quince años, hubo un momento en que me sentí muy sola. Fue entonces que comencé a estar más consciente de la presencia del Cristo en mi vida. Mi familia y yo estábamos viviendo en Boston. Todos nuestros familiares se habían quedado en Francia. Una Navidad, mi esposo, su madre que estaba de visita, y nuestros dos hijos pequeños, tuvieron la oportunidad de ir una semana de vacaciones a Disney World. Por mi trabajo, no pude acompañarlos. Yo me sentía muy contenta de que ellos hubieran tenido esa oportunidad tan maravillosa. Pero una vez que se fueron, y vi que por la radio y la televisión hablaban constantemente de la alegría de las reuniones familiares, me sentí terriblemente vacía. Por primera vez en mi vida, iba a pasar la Navidad a miles de kilómetros de todos mis seres queridos. Comencé a comprender cómo se sentiría la gente que vive sola. Yo siempre había pensado que el día de Navidad no era diferente a cualquier otro día (lo que en cierto sentido es verdad, puesto que podemos recibir en nuestro corazón el espíritu de la Navidad, y sentir esa alegría de amar y dar, cualquier día del año). Pero a medida que se acercaba esa fecha, yo sentía cada vez más lástima de mí misma.

Estaba orando para liberarme de la angustia que sentía, tratando de comprender que nada me podía separar de ese Ser divino que yo sabía bien era la fuente de mi alegría y de todo el bien. Entonces se me ocurrió pasar el día de Navidad de una manera diferente, y ofrecí mi ayuda a una residencia para gente de la tercera edad. Pasaría algunas horas con los residentes de allí, a quienes nadie visitaba. Cuando llegué al lugar, me dieron el número de habitación de tres personas para que las visitara. La pasé muy bien con ellos. La primera residente no hablaba mucho, pero me di cuenta de que estaba feliz de que yo estuviera allí. El segundo, sacó un pequeño acordeón del armario, y cantamos canciones juntos. Y el rostro de la tercera persona, a quien le leí algunas cosas, radiaba alegría. Yo había ido con la idea de dar, pero cuando salí que había recibido muchísimo. Hasta el día de hoy, recuerdo que esa tarde tan llena de amor, fue para mí una luminosa Navidad.

Posteriormente comprendí que esa alegría que se siente al dar amor, esa comunión con almas gemelas, sin esperar nada a cambio, independiente de toda conexión familiar y personal, fue la manifestación del Cristo, la influencia divina en la conciencia humana. Está con nosotros todos los días del año, ya sea que tengamos o no familia a nuestro alrededor.

A veces las circunstancias externas nos hacen pensar que vivimos en un “desierto”. Mary Baker Eddy comienza definiendo esta palabra en el Glosario de Ciencia y Salud como “Soledad; duda; tinieblas”. Pero luego pasa a describir el desierto de una manera diferente, como: “Espontaneidad de pensamiento e idea; el vestíbulo en que el sentido material de las cosas desaparece y el sentido espiritual revela las grandes realidades de la existencia”. Ibid., pág. 597.

De modo que si usted se siente totalmente solo, aproveche la oportunidad y permita que un nuevo concepto espiritual crezca en su corazón. Puede que se encuentre ante el umbral de una experiencia maravillosa. Entonces, ante la pregunta “¿Está usted realmente solo?”, su respuesta será “No”.

Cuando el amor por Dios y por nuestro prójimo ilumina nuestros días, descubrimos que nuestro Dios, nuestro verdadero Padre–Madre, nos habla con ternura a través del Cristo. Nos sentimos apreciados, amados y protegidos. En realidad, usted nunca está solo. Ni el 25 de diciembre ni ningún otro día.

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