Cuando Mary Baker Eddy escribe sobre la mujer, siempre usa descripciones espirituales, no físicas. Por ejemplo, un párrafo de Ciencia y Salud tiene por título marginal “El hombre y la mujer ideales”. En el texto ella explica que “...Dios creó al hombre a Su imagen, para que refleje al Espíritu divino. Se infiere, entonces, que hombre es un término genérico. Los géneros masculino, femenino y neutro son conceptos humanos” (pág. 516).
Soy deportista, y este concepto me ha resultado muy útil. El año pasado disfruté mucho al ver la Copa Mundial de Fútbol para Mujeres. El dominio, la gracia y la fortaleza que aportaban las jugadoras a un deporte considerado mundialmente como “de hombres”, me dieron mucha inspiración.
En ese momento yo estaba jugando en un equipo de fútbol mixto. Durante las temporadas de primavera y verano, me lastimé los pies tres veces. La última lesión fue tan seria que por casi una semana apenas pude caminar. Me sentía muy desconsolada por estas lesiones, sumadas a las exigencias que estaba teniendo en mi vida personal y en mi trabajo. Parecía no tener control en mi vida.
Le pedí a una practicista de la Christian Science que orara conmigo. Al hablar con ella por teléfono, le mencioné lo agradecida que estaba por el dominio que expresaban las atletas profesionales cuando jugaban fútbol. La practicista me dijo que la palabra “dominio” proviene de la palabra latina domus que quiere decir “casa”. Esto me impresionó mucho. El dominio que yo quería expresar en mi vida no era un poder físico, sino la seguridad de que yo estoy siempre “encasa” cuando desarrollo mis actividades.
Este versículo de Salmos me ayudó: “Le hiciste señorear [tener dominio] sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (8:6).
Este pasaje tiene una promesa muy especial: la promesa de que los hijos e hijas de Dios fueron hechos para expresar dominio, y no requieren ni de una lesión ni de tiempo en que sanar, para probarlo. Fue entonces cuando comenzó la curación, tanto de mi pie como de mi ánimo. Me propuse sentir que estaba siempre en casa, en todo lo que hiciera. Me recordaba a cada rato que como idea o hija de Dios, en mi verdadera identidad de mujer tenía ya la habilidad de expresar dominio.
Ciencia y Salud dice: “El hombre, hecho a Su semejanza, posee y refleja el señorío de Dios sobre toda la tierra. El hombre y la mujer, coexistentes y eternos con Dios, reflejan eternamente en calidad glorificada, al infinito Padre-Madre Dios” (pág. 516).
En cuestión de semanas, participé en un viaje de ocho días en bicicleta. Poco después, me inscribí en una carrera de cinco millas con un grupo de amigos. Volví a realizar todas mis actividades atléticas normales, y recuperé mi tranquilidad. Las lesiones no se volvieron a repetir.
Estoy muy agradecida por que Mary Baker Eddy nos haya hecho comprender nuestra naturaleza de mujer o de hombre a un nivel espiritual, en lugar de hacerlo con definiciones físicas. Y esta comprensión se ha hecho una presencia tangible en mi vida.
Jamaica Plain, Massachusetts, EUA