Hace Algunos Años, mi familia y yo vivíamos en un suburbio de una gran ciudad. No le presté mucha atención a lo que ocurría en el gobierno de la ciudad, hasta que comencé a escuchar que los funcionarios estaban haciendo muchas cosas deshonestas.
Me enojé mucho y no podía creer lo que escuchaba. Pensé con cinismo: Así son los políticos. ¿Qué otra cosa se puede esperar de ellos?
No obstante, yo sabía que tenía que empezar a orar para ver que cada miembro de mi comunidad es en realidad la expresión espiritual y perfecta de Dios. Como tal, el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, Véase Génesis 1:26, 27. no puede ser una herramienta del mal o de la indiferencia.
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