Hace Algunos Años, mi familia y yo vivíamos en un suburbio de una gran ciudad. No le presté mucha atención a lo que ocurría en el gobierno de la ciudad, hasta que comencé a escuchar que los funcionarios estaban haciendo muchas cosas deshonestas.
Me enojé mucho y no podía creer lo que escuchaba. Pensé con cinismo: Así son los políticos. ¿Qué otra cosa se puede esperar de ellos?
No obstante, yo sabía que tenía que empezar a orar para ver que cada miembro de mi comunidad es en realidad la expresión espiritual y perfecta de Dios. Como tal, el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, Véase Génesis 1:26, 27. no puede ser una herramienta del mal o de la indiferencia.
Al orar así, me tranquilicé. Pero seguí orando porque estas condiciones tenían que corregirse. En aquel entonces yo estaba bastante ocupado. Tenía un trabajo que me exigía mucho, una familia con niños pequeños, y varias actividades en mi iglesia. Pero sentía la necesidad de colaborar de alguna manera en las próximas elecciones para que asumiera el cargo gente honesta.
Oré para saber que Dios me guiaría a tomar la decisión correcta. Me vino la idea de averiguar qué se estaba haciendo al respecto, y encontré un grupo que apoyaba a tres candidatos muy buenos y honestos. Me uní al grupo y colaboré en la campaña en mi vecindario, alentando a la gente a que votara. Hasta se me ocurrieron algunas palabras muy oportunas para agregar a una melodía muy familiar, que destacaban las cualidades de nuestros tres candidatos.
Seguí orando y reconociendo que “Los hijos de Dios no tienen sino una sola Mente”.Ciencia y Salud, pág. 470. De manera que todos en su ser verdadero, son guiados por esta única Mente divina. o Dios, quien nunca comete errores, y que no tiene una creación mala ni indiferente.
La cuestión es que nuestros candidatos ganaron. Y el día de la elección, cuando vieron cuántos votantes se presentaron, quienes habían estado antes en la intendencia y buscaban reelección, aceptaron la derrota en privado.
Con estos tres candidatos nuevos en la intendencia, todos los problemas anteriores dejaron de existir. Yo acepté con mucho gusto ser presidente de un comité cívico cuya labor era tratar de determinar cuál era el mejor tipo de gobierno local para nuestro pueblo. Y fue muy interesante, porque el gobierno que nosotros teníamos, fue el que ganó.
“Estad atentos a mí,
pueblo mío,
y oídme, nación mía;
porque de mí
saldrá la ley,
y mi justicia
para luz de las naciones”.
Isaías 51:4