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Maratón número cien

Del número de septiembre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando ingeniero civil, terminó su primer maratón en Boston, en 1988, después de recorrer los 42 km en cinco horas, no tenía ni idea de que alguna vez lo iba a intentar nuevamente. Tres años más tarde, le tomó casi la mitad del tiempo terminar el maratón en Berlín, el año en que esa ciudad estaba celebrando la unificación.

El 17 de abril del presente año, Bob completó su maratón No. 100 (y su décimotercera carrera en Boston), en menos de tres horas. Después nos comentó que piensa seguir corriendo maratones mientras siga disfrutando el desafío. “Para mí, nada se compara con la emoción de terminar una carrera, y de correrla en lugares lejanos”.

Estos “lugares” incluyen seis continentes, los cincuenta estados de los Estados Unidos y el Distrito de Columbia, y ocho provincias y territorios de Canadá. Bob también ha corrido en su ciudad natal, Brisbane, Australia. Actualmente vive en Bellingham, en el estado de Washington, en los Estados Unidos.

“El hecho es que nunca corro solo”, comenta Bob. “Siempre he sentido la presencia de Dios conmigo, y en muchas ocasiones he tenido que saber de dónde proviene mi verdadera fuerza.

“Por ejemplo, durante la carrera de este año en Boston, el viento de frente era muy fuerte y frío, y resultó más difícil que otros años la carrera; después de recorrer 32 km, las piernas me dolían mucho. Entonces, en lugar de pensar en el dolor, me concentré en el versículo de la Biblia que dice ‘Todo lo puedo en Cristo que me fortalece’, Filipenses 4:13. y eso me ayudó a mantener un paso firme hasta el final.

“Estoy muy agradecido por haber sido criado con una base sólida en las Escrituras. Guardo en mi memoria una reserva de pensamientos muy útiles que uso cuando corro. Aún los pasajes más simples y conocidos vienen al rescate una y otra vez.

“Otro pasaje que me ayuda mucho es ‘...los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán’. Isaías 40:31. Eso está escrito justo para los corredores”.

Preparación espiritual

Le preguntamos a Bob qué diferencia encontró entre su primer y último maratón.

“Recuerdo muy bien lo nervioso que estaba la primera vez. No estaba preparado para esa aventura hacia lo desconocido. Pero tenía tan poco entrenamiento, que sabía que no me podía apoyar en la preparación material. La preparación espiritual era lo que contaba.

“Recién después de noventa y nueve maratones, estoy comenzando a comprender la lección que encierran. Nos enseñan muchas lecciones que son necesarias para progresar espiritualmente en la vida. Entre ellas, que nada importante se logra sin autodisciplina y persistencia. Cultivamos mejor esas cualidades cuando nos apoyamos en Dios. En realidad, sólo Dios guía nuestros pasos y nos ayuda a cruzar la meta final, y esta unidad con Él nos pone en el camino de muchas pequeñas victorias.

Nunca corro solo, siempre he sentido la presencia de Dios conmigo.

“Una de esas ‘victorias’ ocurrió durante una carrera, cuando tropecé con la raíz de un árbol y me lastimé el tobillo. Realmente tuve que ponerme firme y negar con energía el temor y el dolor, porque no formaban parte de mi verdadera identidad espiritual como hijo de Dios. El dolor desapareció casi de inmediato, y pude completar los últimos 16 km y llegar a la meta”.

La alegría de correr

Bob dice que correr da una alegría indescriptible que nunca se acaba. “Mucha gente mayor corre con entusiasmo, y encuentra recompensas espirituales en esta actividad. Un hombre que conocí, que ahora tiene más de setenta años, ha corrido varios cientos de maratones. Y también está el ejemplo de Johnny Kelley, quien ganó el maratón de Boston dos veces, llegó segundo siete veces, y cuando tenía ochenta y pico de años seguía corriendo.

“Hasta la gente que no corre disfruta viendo maratones. Esto nos alienta mucho. Siempre nos conmueve ver a los niños que tienen vasos de agua o rodajas de naranja para darnos a lo largo del camino. A los chicos les encanta que aceptemos lo que nos dan.

“También me gusta conocer gente de distintos orígenes y nacionalidades que, al enfrentar un desafío común, se apoyan mutuamente durante la carrera. Recuerdo un corredor durante un maratón en Bermuda, quien dejó de preocuparse por su propio desempeño, y se avocó a ayudar a una joven que estaba a punto de darse por vencida. Permaneció con ella alentándola hasta que terminaron la carrera. Un verdadero ejemplo de amor fraternal y desinteresado. También están los competidores en sillas de ruedas, quienes muestran un valor excepcional para superar su limitación física”.

Lo que Bob modestamente dejó de mencionar en nuestra conversación fue la indiscutible satisfacción que da ser el primero en cruzar la meta. Él ha ganado tres maratones en su relativamente corta carrera, y ha terminado varias veces en segundo y tercer lugar.

“Sí, es verdad, eso es una satisfacción. Pero es menos importante, pienso yo, que obtener el dominio sobre los desafíos que uno enfrenta en la vida. Y parece que estos desafíos nunca dejan de presentarse. En especial la creencia en la vejez, que no debería restringirnos de ningún modo. Todos tenemos que superar los estereotipos basados en la edad. Espero crecer en pensamiento y en actividad, y no veo ninguna razón para no seguir corriendo en los años venideros. Disfruto mucho cuando corro, y la sensación de realización y crecimiento espiritual que me aporta, es el premio”.

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