Cuando Pensamos en nuestra relación con la tecnología, parece como que la humanidad hubiera diseñado sistemas y programas electrónicos que, en la peor de las situaciones, pueden transformarnos en sus propios cautivos. Algunos se han preguntado: “¿No habremos creado un monstruo?”
A mí me ha resultado muy útil pensar en una declaración que hace Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, que va a la raíz de la cuestión: “La Ciencia del ser, en la que todo es Mente divina, o Dios y Su idea, sería más clara en esta época, si no fuera por la creencia de que la materia es el medio del hombre, o sea, que el hombre puede entrar en su propio pensamiento incorporado, atarse con sus propias creencias, y luego calificar de materiales a sus trabas y denominarlas ley divina”. Ciencia y Salud, pág. 372.
La palabra clave es creencia. Aunque creamos y actuemos como si fuéramos seres físicos que piensan, funcionan y viven independientes de Dios, eso no es verdad. El hombre es el hijo de Dios, Su imagen y semejanza espiritual. A medida que comprendemos esto y vivimos nuestra vida de acuerdo con esa verdad, vemos que no estamos sometidos por la tecnología. No estamos condenados a ser víctimas de nuestros propios inventos. Tenemos la capacidad de comprender que todo está bajo el gobierno de Dios, la Mente única.