La Humanidad ha hecho un progreso impresionante en materia de comunicaciones en los últimos años. Ha puesto a nuestra disposición una serie de herramientas útiles que nos permiten comunicarnos, realizar tareas de investigación y conocer lo que pasa en los rincones más remotos del mundo, con una rapidez que jamás hubiéramos soñado posible.
El correo electrónico y el fax nos permiten comunicarnos a un costo comparativamente menor al de las líneas telefónicas tradicionales. Los teléfonos celulares— cada vez más sofisticados y con más funciones— han terminado con los obstáculos físicos: ahora podemos comunicarnos desde lugares inaccesibles, mientras viajamos, y en ausencia de las tradicionales conexiones por cables. Las computadoras portátiles permiten al hombre de negocios instalar su oficina en un avión, un hotel e incluso en una plaza pública. Y, por supuesto, qué decir del Internet, cuya velocidad para transmitir la información está en proporción directa con las demandas de un mercado de usuarios que crece en forma acelerada día a día.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “En el mundo material, el pensamiento ha sacado a luz con gran rapidez muchas maravillas útiles. Con igual diligencia las veloces alas del pensamiento se han ido elevando hacia el reino de lo real, hacia la causa espiritual de aquellas cosas inferiores que dan impulso a la indagación”.Ciencia y Salud, pág. 268. Pensemos que ella escribió esto en 1875, es decir, hace 125 años. Y ya por entonces existían “muchas maravillas útiles”. ¿Qué decir de las maravillas de nuestro tiempo?
La celeridad de las comunicaciones de hoy en día me hace pensar en una de las características más notables de las curaciones del Maestro, Cristo Jesús: su carácter instantáneo. Al hombre de la mano seca dijo: “...Extiende tu mano”. Y al instante su mano “le fue restaurada sana como la otra”. Mateo 12:13. Al hijo único de la viuda de Naín, a quien llevaban a enterrar, le dijo simplemente: “Joven, a ti te digo, levántate”. Y según el relato bíblico: “Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar”. Véase Lucas 7:11–15. Y del propio Cristo Jesús leemos en los Evangelios que cuando tenía apenas doce años “los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas”. Lucas 2:47. Es evidente que las curaciones de Cristo Jesús eran el resultado de su conocimiento de la naturaleza de Dios.
Dios se está comunicando directamente con cada uno de nosotros en todo momento.
La Sra. Eddy escribe: “La intercomunicación proviene siempre de Dios y va a Su idea, el hombre”.Ciencia y Salud, pág. 284. Dios, el Espíritu divino e infinito, no conoce limitaciones materiales de tiempo o espacio, por lo que la comunicación con Sus hijos es instantánea. Desde ese punto de vista, podemos considerar los desarrollos tecnológicos como un símbolo en esta época de la cualidad de ser instantánea que tiene la comunicación de Dios con Su Creación. Esta comunicación de Dios llega a la humanidad, y su efecto es sanar a los enfermos, reformar a los pecadores y resucitar a los muertos; es una manifestación de la Mente divina que es inteligencia infinita, siempre presente, siempre disponible.
Si el formidable desarrollo tecnológico de nuestros tiempos nos permite acceder con más fluidez y rapidez a la información, también nos libera de las limitaciones materiales y nos deja las manos un poco más libres para que podamos dedicarnos a orar más pronta y diligentemente por nosotros mismos, por nuestros semejantes. Quizás todos recordemos la parábola del samaritano (véase Lucas 10:30–37) en la cual Jesús cuenta la historia de un hombre que descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, que le despojaron y dejaron medio muerto, tras lo cual pasaron dos hombres por el lugar, y viéndolo, siguieron de largo. Hasta que un samaritano descendió de su caballo, cuidó del pobre hombre y vendó sus heridas (a pesar de que judíos y samaritanos no tenían buenas relaciones entre sí).
Al reflexionar sobre esta parábola, bien podríamos preguntarnos, cuando leemos el diario, escuchamos una noticia de último momento o nos enteramos de algún suceso trágico, o cuando alguien nos informa de que un amigo está enfermo o en dificultades, ¿descendemos del caballo como hizo el samaritano (es decir, demostramos nuestra compasión para con la humanidad y oramos para comprender el poder sanador del Amor en todas esas situaciones) o seguimos de largo?
Los que están alertas a la necesidades de los demás y practican activamente la espiritualidad, reconocen la necesidad de orar a diario para sí mismos y para su propio progreso espiritual, por su país y por toda la humanidad. El Apóstol Pablo se refiere a esta necesidad cuando dice: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia”. 1 Timoteo 2:1. Y en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, la Sra. Eddy escribe: “Desde el interior del África hasta los confines de la tierra, los enfermos y los que añoran el cielo, o los corazones hambrientos, están pidiéndome ayuda, y yo los estoy ayudando”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 147. Aprovechemos las maravillas útiles de esta época para responder con prontitud a los llamados de ayuda. Al hacerlo, podemos reconocer la omnipresencia del Amor de Dios y su respuesta inmediata y eficaz.