Una noche, cuando preparaba la cena, sentí un dolor muy fuerte en la cadera y comencé a tener dificultades para caminar. Al principio no le presté mucha atención. Estuve cojeando el resto de la noche, y cuando tuve que irme a acostar no había mejorado. Comencé a orar para ver que en realidad soy tan perfecta como Dios, porque soy Su imagen. Para tranquilizarme, canté himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana, hasta quedarme dormida.
A las tres de la mañana me desperté con mucho dolor. Le pedí a mi marido que llamara a un practicista de la Christian Science, quien estuvo de acuerdo en orar por mí, y luego muy pronto me quedé dormida. No obstante, a la mañana siguiente, no podía levantarme, cada movimiento me producía un dolor terrible.
El estudio de la Christian Science me ha enseñado la importancia de ser consecuente en mis pensamientos y acciones. Era obvio que, por un lado, no podía afirmar que era la idea perfecta e intacta de Dios, y por el otro, sentir lástima de mí misma, haciendo caso a las llamadas leyes materiales, que niegan las mismas verdades que yo estaba afirmando.
Llamé otra vez al practicista, quien me aseguró que yo era una con Dios, y que nada me podía separar de Él; que yo incluía sólo las cualidades de Dios, y por lo tanto, no había lugar para el dolor. Me pidió que me preguntara si entre estas cualidades se encontraba el sufrimiento. Entonces comprendí que yo realmente expresaba todas las cualidades de Dios, y que la alegría, la inteligencia, la honestidad, el amor, nunca pueden sufrir. Esto me demostró que el sufrimiento no tiene causa real, y que no existe ley que lo apoye ni mente que crea en él.
El día siguiente era sábado, y hablé con el practicista porque el domingo quería estar en mi puesto de Lectora en la iglesia. Me dijo que teníamos que comprender que yo ya estaba liberada del problema, no porque debía leer en la iglesia, sino porque esto era la realidad de mi ser. Como dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Según la Ciencia divina el hombre es en cierta medida tan perfecto como la Mente que lo forma” (pág. 337). Eso era lo único que había que reclamar.
Al día siguiente, no podía permanecer parada sola, pero me las ingenié para caminar correctamente. Esa misma tarde había sanado por completo. Exactamente dos días y medio después de haber empezado el problema, ya estaba caminando normalmente otra vez. El lunes regresé al trabajo, y el miércoles siguiente ya estaba de vuelta en mi puesto de Lectora. Estoy profundamente agradecida a la Christian Science.
Rueil Malmaison, Francia