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De regreso al hogar

Del número de noviembre de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Tuve la inmensa fortuna de asistir a una Escuela Dominical de la Christian Science. Allí me enseñaron a conocer el amor y la omnipresencia de mi Padre-Madre Dios.

Al concluir mis años en la escuela y mi educación profesional, comenzaron lo que yo denominé los años de vagar sin rumbo. Pasé mucho tiempo en el exterior, incluyendo casi dos años en Asia, oportunidad en la que tuve contacto con muchos sistemas de creencias. Repentinamente me vi rodeada de millones de personas que pensaban de una forma diferente a la mía.

Durante ese período mis convicciones fueron sacudidas violentamente. ¿Cuál es el camino correcto?, me preguntaba a mí misma. Desafortunadamente estaba muy ocupada como para llegar al fondo de este tipo de pregunta.

Cuando nació mi primogénita, tuve la sensación (al igual que mi esposo) de que carecía del sentido de responsabilidad suficiente como para cuidar de ella. En esos momentos comencé a asistir a la iglesia nuevamente, pero con poca convicción en lo que estaba haciendo.

Repentinamente comenzó a molestarme en gran manera un problema en la espalda que empeoraba cada vez más. Concurrí al consultorio de mi médico, que es un afamado quiropráctico y su tratamiento alivió un tanto el dolor, pero esto duró poco tiempo. Comencé entonces a visitarlo con más frecuencia, tomaba calmantes y concurría a fisioterapia dos veces por semana. Apenas podía mantenerme en pie, estar sentada o acostada sin experimentar dolor. Asimismo, los dedos de los pies comenzaban a mostrar síntomas de parálisis. Mientras estaba atravesando por esta penosa situación, debía cuidar a mis dos hijos pequeños, atender los quehaceres de una casa enorme y del jardín. Estaba desesperada por recibir alivio.

En estos momentos de gran necesidad, finalmente me acordé de la Christian Science. Llamé a un practicista y le conté todo. Esa misma tarde le comuniqué al doctor que no concurriría más a su consultorio. Pese a que el dolor no había disminuido, me sentí liberada después de haber tomado esa decisión. Sentí que había tomado la decisión correcta.

El practicista y yo comenzamos a orar para obtener una mejor comprensión de Dios y Su creación. Comencé a entender que todos son Sus hijos, sin importar su religión, y asimismo, que Él ama a toda Su creación. Comenzamos a ser parte de Su amor a medida que Lo conocemos y entendemos que reflejamos Sus cualidades.

Mantuve muy presente en mi pensamiento la siguiente cita de Ciencia y Salud: “ La gran verdad en la Ciencia del ser de que el hombre real fue, es y siempre será perfecto, es incontrovertible; porque si el hombre es la imagen, el reflejo, de Dios, no es invertido ni subvertido, sino recto y semejante a Dios” (pág. 200).

Ya no recuerdo exactamente el detalle de la manera en que el practicista y yo oramos, pues esto sucedió hace 12 años. No obstante ello, sí recuerdo muy bien que este período de oración y estudio fue un tiempo de paz para mí, a pesar del gran dolor que sentía. De noche, cuando no podía dormir, leía la Biblia y Ciencia y Salud.

Después de una semana, el dolor gradualmente comenzó a desaparecer, al punto que pude sentarme erguida en los bancos de madera de la iglesia durante toda una hora y escuchar el servicio. ¡Mi alegría era inmensa! Paso a paso se completó la curación.

En la Biblia dice: “...donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17). Libertad del dolor, de la desconfianza, del temor y de la duda. Para mí, ser libre significa tener la posibilidad de cumplir con las tareas que me son asignadas. Con la finalidad de realizar mis tareas como madre y ama de casa, mi espalda debe estar completamente sana. Es con gran alegría que puedo decir que en estos últimos 12 años he cumplido con mis tareas sin ningún tipo de problema.

Agradezco a Dios por esta experiencia, ya que, como quien dice, regresé al hogar. Más aún, la experiencia me demostró que no es sabio involucrarse a medias con algo, y ésa es una lección que espero no olvidar jamás.

Siento un profundo agradecimiento a Dios por todo el bien que hay en mi vida.


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