Un maravilloso atardecer, la risa contagiosa de un niño, ese suave apretón de manos que nos da aliento, el abrazo cordial y sincero, esa sonrisa al pasar... hay tantas cosas simples de la vida que traen felicidad a nuestro corazón. Muchas veces suceden con tanta frecuencia que dejamos de expresar gratitud por ellas o ni siquiera las notamos. No obstante, es nuestra gratitud por las pequeñas cosas lo que contribuye a que nos sucedan grandes cosas en la vida. San Mateo dice en la Biblia: “Sobre poco has sido fiel; sobre mucho te pondré” (25:23). Y los autores en estas páginas del Heraldo lo confirman, la gratitud nos capacita para recibir más de las maravillosas bendiciones que Dios nos tiene preparadas.
En este número hablaremos también del hogar. Ese lugar tan especial como la conocida frase “Vamos a casa”. Y la “casa” puede ser el lugar donde vivimos permanentemente, la casa de la tía donde nos estamos quedando de visita, o esa habitación en el hotel o tienda de campaña, donde nos quedamos para pasar las vacaciones. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué? Porque la “casa” es un símbolo del hogar, que es un concepto totalmente espiritual. Por eso es que lo llevamos con nosotros a dondequiera que vamos. Entonces, si bien la estructura material puede que nos dé muchas satisfacciones, es el concepto espiritual que tengamos del hogar lo que nos trae felicidad.
Y como corolario vamos a hablar del perdón. Y quizás usted, una vez más, se pregunte por qué. Lo que ocurre es que no podemos tener gratitud y un hogar feliz si no aprendemos a perdonar. A veces nos enojamos por las cosas más triviales. Recuerdo cuatro hermanos que conocí que habían estado enojados 40 años, al cabo de los cuales se amigaron y ni siquiera podían recordar por qué se habían enojado. ¡Imagínese, tantos años de sincera amistad perdidos! Ya sea el problema grande o sin importancia, la oración siempre nos ayuda a perdonar y a seguir adelante.
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