De un día para otro ya no valía la pena vivir. Habían eliminado el puesto de mi esposo. Yo no estaba empleada y él era el único de la familia que ponía el pan en la mesa. La inflación en Kenya había comenzado a sentirse muy fuerte de manera que las probabilidades de que mi esposo encontrara trabajo parecían nulas.
Me sentía traicionada y no sabía a quién recurrir. Entonces una amiga, a quien también la habían echado del trabajo, me dijo que no debía preocuparme porque Dios está siempre presente y activo.
Al principio yo sólo quería encontrar alguna forma de enfrentarme con un futuro que se veía lleno de oscuros nubarrones. Sabía que Dios era bueno y ayudaba a muchas personas. Pero no tenía suficiente fe para creer que el Todopoderoso me ayudaría.
Comprendí que Dios no envía nada desagradable.
Después que dejamos de recibir el sueldo de mi marido, tuvimos que vivir de sus ahorros, y aunque yo estaba orando, me sentía temerosa y desesperada. ¿Qué haríamos cuando se acabaran los ahorros? Oré para tener valor.
Cuando me puse a analizar mi relación con Dios, quien según estaba yo descubriendo era el Principio divino, me di cuenta de que no Lo comprendía. Entonces oré para tener sabiduría. Yo quería conocer a Dios, sentir Su presencia, y tenía fe en Él. Las ideas de la Biblia me ayudaron a comprender mejor a Dios. Supe que con Dios todo era posible, pero no podía comprender cómo nos ayudaría.
Entonces leí un pasaje que escribió Mary Baker Eddy que me dio mucha inspiración: “El Principio de todo poder es Dios, y Dios es Amor. Todo lo que traiga al pensamiento o acción humanos un elemento opuesto al Amor, nunca es indispensable, nunca una necesidad, y no está sancionado por la ley de Dios, la ley del Amor”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 278. Para mí esto significaba que no necesitaba sentirme limitada o indefensa, que todo lo que era desagradable o malo — como eran nuestras dificultades económicas — no venía de Dios. Y también comprendí que Dios nos ayudaría. Todo lo que necesitaba hacer era ver que el Principio divino tenía el control de toda la situación.
Este Principio es perfecto porque es Dios mismo, que siempre nos cuida, siempre está presente. Dios nos ama y cuida de nosotros. Estos hechos espirituales me dieron confianza en el futuro. Ahora sé que siempre puedo recurrir a Dios para recibir la ayuda que nos da con tanta generosidad. Yo tenía que ser paciente y permitir que Dios dirigiera mis pasos.
El temor de que no tuviera suficiente fe desapareció. Me sentía en casa con Dios. En lugar de simplemente lidiar con la situación yo estaba obteniendo el control de la misma. Tenía confianza en que “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Salmo 23:1.
Al continuar orando y pensando en estas ideas, fui aceptada para ingresar a una universidad que da cursos para capacitar a maestros. Pude pagar la colegiatura y aprobé los exámenes. Ahora soy maestra de escuela primaria.
Mi esposo se aventuró a iniciar una empresa pequeña, y podemos proveer a todas las necesidades de la familia. Todos somos sanos y fuertes en Dios. Recibimos cosas e ideas buenas de continuo.
