Daniel estaba en mi clase en la escuela todos le teníamos miedo. La maestra sabía que les hacía muchas maldades a sus compañeros, y le dijo a Daniel que pusiera su pupitre justo al lado del escritorio de ella. Si los chicos se le acercaban mucho él les pegaba. Mi mejor amiga, Key, se lastimó cuando Daniel le pisó el cordón del zapato y la hizo caer al suelo. Mis amigas y yo siempre estábamos en guardia, especialmente durante el recreo, por si él trataba de lastimar a alguien.
Pero yo me puse a pensar en algo que estaba aprendiendo en la Escuela Dominical. Yo sabía que había como una armadura que uno se podía poner que era tan fuerte que nada podía atravesarla. Daniel no podía pegarme, y sus malas palabras no podían lastimarme.
Aprendí que los buenos pensamientos eran esa armadura. Esto surgió de una idea que Mary Baker Eddy tenía sobre cómo sentirse completamente protegidos. Ella dijo: “Los buenos pensamientos son una armadura impenetrable; revestidos de ella, estás completamente protegido contra los ataques del error de toda clase”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 210.
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