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El perdón llena los vacíos

Del número de noviembre de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi abuelo nos enseñó muchas lecciones de la vida. Con él aprendimos a trabajar: cortar el pasto, quitar la maleza, rastrillar las hojas, sacar la nieve con la pala. Debido a que nos pagaba por el trabajo que hacíamos, teníamos asegurado un ingreso fijo de dinero todo el año, aunque éramos apenas niños. Además, a menudo nos regalaba bates, pelotas, patines, cañas de pescar y otros elementos esenciales para todo niño que crece en Minnesota.

Mi abuelo llevó una vida muy activa, casi siempre al aire libre. Y en una ocasión, de joven, sufrió un accidente mientras iba de caza en el que se le incrustaron algunos perdigones en el hombro. Al preguntarle por el incidente, su respuesta me sorprendió. Me dijo que jamás había vuelto a cazar con el hombre que había causado el accidente. En esa época yo era un niño y no podía entender cómo un accidente, por más grave que fuera, había podido separar a estos dos hombres para toda la vida. Años después me di cuenta de que cuando ocurre algo “imperdonable” puede ser muy difícil perdonar y olvidar lo sucedido.

Aquí se plantea la pregunta: “¿Podemos realmente perdonar y olvidar algo “horrendo”? ¿Es posible acaso hacer borrón y cuenta nueva para empezar de cero? ¿Podemos recuperar la confianza después de una traición? Vale la pena considerar estas preguntas. Sí, es posible perdonar. Existe un enorme potencial para salvar amistades, redimir matrimonios, sanar asperezas familiares y restaurar relaciones de toda índole.

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