A veces, el bien nos llega inesperadamente y en forma de lecciones que nos ayudan en nuestra jornada espiritual. El siguiente ejemplo ayuda a ilustrar esto.
Un día vino a visitarme un amigo. En esos días yo me había lastimado las manos y por momentos sentía mucho dolor. Él sabía que yo había estado orando para sanarme y compartió conmigo algunas ideas que me alentaron. Al principio, parecíamos estar hablando idiomas diferentes. Él, el de la gratitud y yo, el de “esperar a sentirme bien primero y luego volver a estar contento”.
Yo creo en el poder sanador de la gratitud, pero en esa ocasión estaba esperando tener alguna razón para sentirme agradecido. Estaba a la espera de que mis oraciones me liberaran del dolor, a la espera de sentir el poder sanador de Dios. En fin, esperaba que algo sucediera.
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