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"Es un mundo totalmente diferente"

Del número de noviembre de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cambiar su Volkswagen y su confortable colchón en un lindo barrio de los Estados Unidos, por una bicicleta y una cama de bambú en una zona rural de África Occidental, no fue nada fácil para Justin. Pero unos meses antes de graduarse de la universidad en el año 2002, él comenzó a pensar qué le gustaría hacer. Estaba listo para tener una aventura, y deseaba trabajar en una organización que desarrollara actividades a nivel internacional, de modo que decidió poner verdaderamente a prueba su fe, y se unió al Cuerpo de Paz.

“Estoy aquí para ayudar a desarrollar Gambia, pero la verdad es que el que se está desarrollando soy yo mismo”.  — Justin

Para Justin no fue nada fácil dar este paso, y tampoco para sus padres, quienes sabían que lo podían asignar a un área remota donde sería difícil comunicarse con él, para no mencionar su preocupación por su seguridad.

“Paul y yo realmente queríamos cerciorarnos de que él estuviera muy seguro de su decisión”, recuerda su madre, Maike. Ellos notaron que Justin había estado leyendo la Biblia y Ciencia y Salud con regularidad, libros que él estudia a menudo en busca de guía para enfrentar las situaciones de la vida. Esto les dio la certeza de que él no estaba tratando de tomar una decisión por sí mismo. “Nos dijo que sentía que esto era lo que Dios quería que hiciera”, dice Maike. “Aunque Justin estaba muy ansioso, cuando hacía sus preparativos para irse”, agrega su papá, Paul, “supimos que se estaba preparando para vivir realmente su fe”.

“Yo me sentía increíblemente nervioso”, confirma Justin. No obstante, a pesar de la incertidumbre, se sintió impulsado a hacer lo que su corazón y su amor por su prójimo le decían, incluso si eso significaba comprometerse a vivir en un lugar desconocido a miles de kilómetros de su casa.

Así que, en septiembre del año pasado, preparó su valija y un talego viejo de lona del ejército que pertenecía a su papá, dijo adiós, y dejó el cómodo hogar de sus padres en Sudbury, Massachusetts, Estados Unidos, para comenzar su servicio en Gambia, un pequeño país en su gran mayoría musulmán, en la costa occidental de África.

La vida que lleva como voluntario del Cuerpo de Paz en la aldea de Daru, es un poco diferente para Justin ahora.

La casa es una choza de barro de una sola habitación con techo de pasto, que ocasionalmente tiene goteras, y que también sirve de residencia a numerosas lagartijas. Aparte de una cama de bambú, sus únicos muebles son un estante y una mesa, que le pidió a un hombre del lugar que construyera. No hay electricidad ni agua corriente. Por las noches Justin se queda dormido con un buen libro bajo la parpadeante luz de una linterna. Olvídate de las Coca-Colas frías y de una buena ducha. Ahora toma una leche amarga llena de grumos y caliente, y se baña en el patio de atrás con un balde, con agua que trae del pozo.

“Uno realmente no se puede preparar para esto”, dice Justin de su nueva vida. “Uno anticipa que cierto número de cosas van a ser distintas, pero una vez que estás aquí, es un mundo totalmente diferente. Los primeros dos meses de servicio fueron realmente una lucha tremenda”, admite. “Pensé en renunciar. Tengo que enfrentar tantas cosas a diario — mi trabajo, mis frustraciones culturales, la soledad. Y no hay ninguna magia que te pueda ayudar a superar todo eso. Pero el hecho de que el amor de Dios es constante es importante para mí. Dios es amor. Y actuar basándose en este amor por mi hermano, es el propósito que me trajo aquí. Me ha dado una razón para seguir adelante no importa lo que ocurra”.

Para Justin, las cualidades de amor y humildad están intrínsecamente conectadas. “Pienso que el ser capaz de humillarte te permite amar”, continúa Justin. “Esto quiere decir dejar de lado tu voluntad, de pensar 'necesito hacer esto'. O 'esto tiene que ocurrir en mi vida'. Uno tiene simplemente que escuchar a Dios y decir: 'Dios yo estoy aquí por ti. Estoy aquí para hacer que funcione Tu plan'”.

Su deseo de hacer el bien en el mundo se ha traducido en un trabajo práctico en el que todos los días enseña a la gente de la aldea en Daru diferentes maneras de cosechar y usar la tierra. Para esto lo envió el Cuerpo de Paz. La mayor parte del día la dedica a ayudarlos a desarrollar un huerto para la comunidad que dará a las mujeres del pueblo una entrada económica al proporcionarles productos para vender, como mango y nueces de cajú, puesto que, de acuerdo con Justin, las mujeres son el sostén de la familia. “Todo lo que hacen proviene de la tierra”, explica Justin. Además, está comenzando una biblioteca en la escuela de la aldea.

Cada mañana, Jamma, su segunda madre africana, le hace un desayuno de kus, o mijo, acompañado de una salsa de pescado y maní (cacahuate), comida que también come en la cena. El menú del almuerzo varía un poco porque se come arroz en lugar de mijo. El Cuerpo de Paz ha designado a esta familia para que cuide de Justin. Las comidas las comen afuera, en el centro del complejo familiar, que es un círculo de cinco o seis chozas incluyendo la de Justin. Cada uno come con las manos de un recipiente comunal. Los hombres más viejos se sientan primero. Y, según dice Justin, los transeúntes siempre son invitados a participar de la comida.

Durante la época de más calor, en abril y mayo, las temperaturas pueden llegar a 48ºC, de modo que trabajan hasta las 10 de la mañana, y vuelven a trabajar entre las 4 y 5 de la tarde, hasta que baja el sol. Por las noches Justin permanece al aire libre mirando las estrellas y disfrutando de la brisa con su familia, que habla Wolof, el idioma local. En sus momentos libres, también le gusta leer, escribir cartas y tocar la guitarra.

Como resultado de vivir y trabajar junto a esta familia africana, Justin se ha dado cuenta de que éste ha sido el beneficio más grande que ha obtenido de toda esta experiencia. “Lo que aprendes de la cultura y de la gente es el doble de lo que uno pueda llegar a dar”, escribió Justin en un correo electrónico que envió hace poco desde la capital, Banjul. “Vivir en Daru me ha enseñado a ser agradecido por las cosas más pequeñas. Me he dado cuenta de que uno no necesita mucho para vivir y ser feliz... uno no necesita cosas sofisticadas. La gente de Gambia realmente disfruta de la vida. Tienen la habilidad de ser realmente felices con lo que tienen y con lo que hacen”.

Sin embargo, para una persona que está acostumbrada a la cultura occidental y a vivir con confort, está demás decir que esta tarea en Daru es un desafío extremadamente alto, no sólo física, sino mentalmente. De modo que para Justin es una prioridad dedicar tiempo para reflexionar y, lo que es más importante, recargar sus pilas espiritualmente. Todos los días encuentra un lugar tranquilo para cantar canciones de su colección de discos compactos que tiene en su casa y del Himnario de la Christian Science que le dan inspiración, y para estudiar las Lecciones Bíblicas Semanales de la Christian Science. “Me han dado consuelo y fortaleza”, dice. “Es la manera en que me conecto con Dios, y pienso que es la parte más importante del día”.

"Probablemente lo más útil que alguien me haya dicho fue 'escucha a la gente'”.Justin

Si bien Justin describe a los gambianos como “las personas más amistosas y sociables que yo haya conocido”, mantenerse en contacto con su propia familia o “la gente del hogar” como dicen los gambianos, es también muy importante, especialmente cuando el miembro del Cuerpo de Paz más cercano vive a unos 12 kilómetros de distancia. Los viajes que hace ocasionalmente a Banjul, donde tiene acceso a Internet, son su ventana al mundo. El incentivo adicional que tiene para recorrer el largo camino de 325 kilómetros hasta la capital, en lo que allá se llaman “bush taxis”, es la remota posibilidad de conseguir una Coca-Cola fría, o comidas que le resultan familiares, como verduras verdes, frutas y carnes, que no se encuentran en la aldea. Él ya se ha acostumbrado a la dieta que come en Daru, pero de vez en cuando le encantaría poder disfrutar de una jugosa hamburguesa con queso.

Correo electrónico de Justin. Si quieres enviarle un mensaje sobre su experiencia con el Cuerpo de Paz, escríbele en inglés o alemán a jr_byrd_man@hotmail.com.

Después de vivir a un ritmo tan diferente por alrededor de un año, tiene algunas palabras de sabiduría para aquellos que puede que se sientan con mucho estrés por el ritmo tan acelerado con que viven.

“Yo sé que es muy fácil dejarse atrapar por el ajetreo y el bullicio de la vida diaria, como yo me he visto atrapado por los diferentes tipos de ajetreos y bullicios aquí”, escribe. “En cierto sentido, es todo lo mismo. Me consuela saber que lo único que voy a necesitar es amor, y lo mismo te ocurre a ti”.

Justin dice que quizás se vaya de Daru este mes. Está tomando las cosas día a día. Pero cualquiera sea su decisión, sabe muy bien que ha tenido una experiencia muy valiosa allí. “Ha cambiado definitivamente mi perspectiva acerca de mi familia y de la vida”, comenta. “El haber estado solo en Daru por tanto tiempo, y haber tenido que establecer mi hogar aquí, me ha hecho estar muy agradecido por mi familia allá en casa. Cuando uno vive en los Estados Unidos no se da cuenta de todos los beneficios que tiene".

Justin concluye diciendo que "dondequiera que nos encontremos, todos tenemos que encontrar nuestro propio camino en la vida, tanto el que crece en la choza de barro como el que vive en un suburbio de los Estados Unidos".

Entre culturas ¿Sabías que...?

En Gambia, uno normalmente saluda a una persona haciéndole una serie de preguntas, por ejemplo: ¿Cómo te va? ¿Cómo está tu familia? ¿Cómo anda tu trabajo? ¿Cómo andas de salud? ¿Cómo está ti mamá? ¿Cómo está tu hermana? ¿Cómo está tu hija? ¿Cómo está la gente de tu casa [la familia con la que has crecido]? Un saludo puede durar un buen rato.

Una cita interesante... Justin comparte este pasaje de El Tao de Pooh que para él tiene un hermoso mensaje.

 — Dime, Pooh, ¿por qué no haces algo? — le dije.
 — Porque es un lindo día — dijo Pooh.
 — Sí, pero...
—¿Por qué lo voy a arruinar? — me respondió.
 — Pero podrías hacer algo importante — le comenté
 — Eso es lo que estoy haciendo — dijo Pooh
—¿Así? ¿Haciendo qué?
 — Escuchando
— ¿Escuchando qué?
— A los pájaros. Y a esa ardilla que está allá.
— ¿Qué dicen? — le pregunté.
— Que es un lindo día — dijo Pooh.
— Pero tú ya sabes eso — dije yo.
— Sí, pero siempre es bueno escuchar que otro también piensa lo mismo — respondió.

Este extracto es del cuento El Tao de Pooh por Benjamin Hoff. El mismo fue reimpreso recientemente en el boletín de noticias del Cuerpo de Paz. The Tao of Pooh es publicado por The Penguin Group.

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