En 1999 cuando estaba en noveno grado, me enfermé y fui al médico. Por mucho tiempo, los doctores no pudieron darme un diagnóstico. Finalmente, me sacaron una radiografía de los pulmones y me dijeron que tenía neumonía. Para entonces, ya hacía cuatro años que mi mamá y yo estábamos estudiando la Christian Science.
Cuando estaba pensando qué hacer, después de enterarme del diagnóstico, me vino la idea de que Dios era el sanador y que yo podía recuperarme sin medicina, sin ningún método material de tratamiento. De manera que no tomé ninguna de las píldoras ni me apliqué las inyecciones que los médicos me habían prescrito. En lugar de eso, recurrí a mi mamá para que me ayudara, y empezamos a orar juntas para que se produjera la curación.
Comencé a leer la Biblia y el libro Ciencia y Salud con diligencia, Al final de este último hay un capítulo de relatos de curaciones escritos por personas que tuvieron muchos tipos diferentes de problemas y enfermedades. Hay toneladas de ideas prácticas en este capítulo que me ayudaron mucho. Para mí las más importantes fueron que Dios es la fuente de la salud, y que Dios es Amor. Yo soy como un rayo de Su luz, y no puedo estar enferma. Sólo puedo estar sana porque provengo de Dios.
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