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DEPORTES

Sorprendida con la guardia baja

La joven olímpica Amy Lester nunca se imaginó que algún día se convertiría en una esgrimista de competencia

Del número de noviembre de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando la mayoría de las personas piensan en la esgrima, probablemente piensen en caballeros, armaduras y un escenario medieval. Pero tan sólo vean a Amy Lester actuar en una competencia de esgrima y verán pistas o pedanas (lugar donde compiten los esgrimistas), equipo electrónico y equipo de esgrima de alta tecnología fabricado con Kevlar, el mismo material con que se hacen los chalecos antibalas.

“Mucha gente piensa que la esgrima consiste en blandir una espada,” dice Amy, bachiller de Walpole, Massachusetts. “Pero envuelve mucha más estrategia que eso”.

La Asociación de Esgrima de los EE.UU. estaría de acuerdo con esto. Afirma: “A través de la esgrima se pueden adquirir los reflejos de un boxeador, las piernas de un atleta de salto en alto y la concentración de un ajedrecista profesional”.

Amy desconocía que estaba desarrollando una combinación tan original de destrezas cuando comenzó a practicar esgrima hace poco más de dos años. “Todo comenzó cuando junto con una amiga leímos un libro sobre esgrima”, explica Amy. “Nos pareció algo interesante, así que comenzamos a buscar un lugar donde probarla”.

Pero lo que comenzó como un capricho pronto se transformó en una pasión.

En la actualidad, Amy practica la esgrima de tres a cuatro veces a la semana en un estudio donde las sesiones duran alrededor de una hora y media. En una práctica típica, podrán verla con su equipo de gimnasia corriendo y haciendo estiramiento con otros esgrimistas. El calentamiento es seguido por prácticas de movimientos de pies.

Realizamos movimientos de pies sin armas”, dice Amy. “Entre ellos, hacemos avances, pasos atrás, estocadas y diferentes combinaciones”.

Después de esos ejercicios, los esgrimistas practican con su equipo eléctrico.

¿Equipo eléctrico? La idea parece extraña en un deporte que se originó hace siglos. Es lo que menos se le ocurriría a una persona cuando piensa en la esgrima. No obstante, son los cables conectados al traje especial del esgrimista que ayudan a saber si ha logrado “tocar” al oponente.

“Hay tres clases de armas distintas y cada una tiene un área diferente que constituye el blanco”, explica Amy. Las tres armas son: florete, espada y sable.El florete y la espada son armas con punta. Tienen un botón en la misma, para evitar lesiones, que deben presionar contra el contrincante para anotar el punto. La espada puede tocar cualquier parte del cuerpo, incluso los pies, y no se usa lamé con ella. El sable puede tocar con cualquier parte de la hoja y tiene que tocar de la cadera para arriba, incluso cabeza y brazos, para anotar. Se usa lamé en pecho y brazos. “Yo compito con florete (un arma con una hoja rectangular de noventa y un centímetros de largo) y el área del blanco es el torso, no la cabeza ni los brazos, sino el área del pecho solamente. Se usa un protector plástico para el pecho y uno para la axila. Así mismo se usa una chaqueta. Sobre ésta se pone el lamé, que para el caso del florete es como un chaleco de tela metálica”.

Aquí es donde se conecta el equipo eléctrico. Cuando la punta del arma del oponente toca el lamé, hace contacto y cierra un circuito eléctrico. Esto hace encender una luz y un timbre en la máquina que lleva el puntaje que está del lado del oponente que realiza el toque.

“Cuando se compite con florete, si uno toca al contrario en el brazo, por ejemplo”, dice Amy, “se enciende la luz blanca. Significa que uno está fuera del blanco y que no se gana ningún punto. Pero si la luz que se enciende es roja o verde, significa que uno ha dado en el blanco”.

Pese a que la jerga, las reglas y la combinación de destrezas involucradas en esgrima pueden parecer complicadas para uno que no sabe nada de ellas, para Amy se han convertido en su segunda naturaleza. Al igual que un bailarín que ve el total de la pieza en vez de ver solamente una serie de pasos, Amy habla menos de movimientos aislados y más de estrategia general, la necesidad de responder en forma inteligente a los movimientos de su oponente, la sofisticada interconexión entre el pensamiento y la acción.

Su visión de lo que se requiere para ser un buen esgrimista coincide con su visión del deporte. “Uno pensaría que un buen esgrimista necesita estar físicamente apto y fuerte”, agrega Amy. “Pero yo creo que en realidad el tener confianza y determinación, y estar preparado para ganar, es mucho más importante”.

Su determinación ciertamente le ha valido mucho a Amy. En febrero último, ella, que en ese entonces era relativamente neófita en la práctica de este deporte, participó en las Olimpiadas Juveniles de Esgrima, que se llevaron a cabo en Colorado Springs, Colorado, Estados Unidos.

La invitación fue muy inesperada.

“Me sorprendí porque ya tenían un Juvenil olímpico clasificado (a través de una competencia) y yo estaba ubicada en el sexto lugar entre siete”, relata Amy. “Yo había estado compitiendo por alrededor de un año solamente, y nunca pensé que calificaría. Los otros tenían varios años de experiencia en competencias”.

Pese a que Amy participó tan sólo en seis asaltos ese fin de semana, disfrutó de la oportunidad de conocer Colorado Springs y de observar a otros esgrimistas en el torneo. Con más o menos 130 esgrimistas tan sólo en la categoría de florete, Amy fue espectadora de una gran variedad de niveles de destrezas y estrategias. Pero lo que más le llamó la atención fue que los que terminaron en los primeros lugares tenían algo en común. Esos esgrimistas ciertamente eran buenos, pero también mostraron una extraordinaria concentración, energía y resistencia.

“Energía es algo sobre lo que he pensado mucho”, dice Amy. “Antes de ir a la Olimpiada Juvenil, mi maestra de la Escuela Dominical me seleccionó unos pasajes muy útiles en la Biblia y en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Uno que realmente me gustó fue éste: ‘La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa’. (Ciencia y Salud, pág. 283)

“Dado que Mente es otra forma de designar a Dios”, continúa Amy, “esa cita me mostró que no debía preocuparme por aflojar el ritmo. Me gusta esa idea de que mi energía y movimiento provienen de Él. Ya que Dios es infinito y yo Lo reflejo, no puedo estar limitada en forma alguna. Eso me ha ayudado muchísimo.

“También me gusta pensar en Dios como Mente porque la esgrima es mental en muchos sentidos”, agrega Amy. “De manera que recordar que Dios es Mente me ayuda a saber lo que tengo que hacer durante un asalto, o sea cuál debe ser mi estrategia o cómo puedo reaccionar rápidamente cuando mi oponente hace algo inesperado”.

La conexión entre la espiritualidad y el deporte le parece natural a Amy, quien ha visto los resultados de la oración antes de las competencias durante su carrera como esgrimista. “No creo que Dios tome partido”, dice Amy. “Pero pienso que comprender a Dios y nuestra relación con Él ayuda en nuestro desempeño. Me doy cuenta de que cuando oro o leo Ciencia y Salud antes de ir a una práctica o a una competencia, siento que estoy mejor preparada y, por lo general, me desempeño mejor”.

Amy ha probado ser toda una promesa como esgrimista pese al corto tiempo que hace que practica este deporte. Pero para ella la esgrima es más bien una diversión.

“No creo que Dios tome partido, pero creo que entender la relación que uno tiene con Él, ayuda en el desempeño”. — Amy

“He hallado el deporte para mí”, dice con entusiasmo. “Me encanta la esgrima”.

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