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Una manera nueva de pensar en la espiritualidad

Del número de noviembre de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Siescuchas atentamente, lo podrás oír: es un fragor que proviene de los campus universitarios en todos los Estados Unidos. ¿A qué se debe tanta alharaca? Es el sonido de las Organizaciones de la Christian Science (OCS) preparándose para un año lleno de acción y servicio.

Al Simposio del año 2003 titulado “Invitación al liderazgo”, de las Organizaciones de la Christian Science, llevado a cabo en Boston durante un fin de semana de agosto, asistieron representantes de 71 universidades de los Estados Unidos, con una gran diversidad de intereses y carreras. Asistieron ingenieros y actores, periodistas y economistas. Algunos de los participantes pertenecían a OCSs que recién comenzaban y otros, a algunas de larga data. Esa diversidad creó un ambiente en el que la gente creció y aprendió tanto de las ideas y experiencias de los demás, como de las variadas charlas interactivas y los seminarios a los que concurrieron durante el fin de semana.

El buen samaritano

El tema principal del simposio fue el concepto de dar, y el viernes comenzó con un video con lo más destacado de los comentarios de La Junta Directiva de la Christian Science, ofrecido por su Presidenta, Virginia Harris, durante la Asamblea Anual 2003 y Simposio. Mientras los participantes observaban y reflexionaban, se los animaba a pensar en sus Organizaciones dentro del contexto de la parábola del buen samaritano que relatara Jesús, específicamente como “el hombre que no pasó de largo, que no ignoró a la persona tan necesitada”.

De hecho, éste fue un concepto que mencionó Dan Enemark, un estudiante avanzado de la Universidad de California, Berkeley, cuando dijo: “Para mí, ser un buen miembro de la Organización de la Christian Science, comienza con una frase de Ciencia y Salud: “La felicidad es espiritual... No es egoísta; por lo tanto no puede existir sola, sino que requiere que toda la humanidad la comparta” (Ciencia y Salud, pág. 57), expresó. “Eso hace que dar sea absolutamente natural. Si una idea de Ciencia y Salud nos ha ayudado o sanado, ¿no nos sentiríamos impulsados a compartirla? ¿No tendríamos el irresistible deseo de divulgar esas poderosas ideas que cambian la vida tan radicalmente? El hecho de que tengamos algo asombroso para ofrecer, y de que no temamos hacerlo, debería ser lo que nos define como organización en nuestras universidades”.

Por experiencia propia

Durante los seminarios, que trataron, entre otras cosas, sobre el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, su autora, Mary Baker Eddy, y la espiritualidad en el campus universitario, los participantes tuvieron debates francos y abiertos sobre todo aquello que podría impedirles dar una respuesta creativa a las necesidades de los estudiantes.

Algunos de ellos expresaron su preocupación por la clase de preguntas que sus compañeros hacen, y se preguntaban cómo responder cuando la gente los acribilla con los “qué pasaría si”, o cómo tratarían diferentes tipos de accidentes o enfermedades por medio de la oración. Otros asistentes querían encontrar alguna manera de compartir las ideas de Ciencia y Salud sin dar la impresión de que hacen proselitismo.

En respuesta, los participantes fueron invitados a considerar esta declaración de Mary Baker Eddy: “...hablo por experiencia” (ibid.,pág. 1), ella escribió. En lugar de cargar con la tarea de tratar de explicar todo un sistema de ideas, los asistentes fueron alentados a responder a las preguntas eligiendo un concepto que significara algo para ellos, uno que hubieran comprobado y supieran que entendían. Reconocer la diferencia entre la “Christian Science” y “The First Church of Christ, Scientist”, ayudó también, permitiendo a los participantes pensar en sí mismos como pensadores, sanadores y exploradores, en vez de simples representantes de una religión o iglesia en particular.

Beth Lincoln, de la Universidad de Bowling Green State, en Ohio, manifestó: “Vuelvo a la universidad como miembro de una organización con un solo integrante. Antes de venir a este simposio, me preguntaba qué podía hacer una sola persona entre miles. Pero ahora, luego de escuchar las historias y experiencias de otros, y aprender sobre los recursos disponibles, veo que es realmente posible producir un efecto positivo, dejar que las personas conozcan que Dios está allí ayudándolos y apoyándolos”.

Así que, ¿cómo resumiría ella lo que aprendió en esos dos días y medio en el simposio? “¡Yo puedo hacer esto!”

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