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Inteligencia al alcance de todos

Del número de julio de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


HAY MUCHA gente que opina que después de muchos años en el mundo del trabajo, se hace difícil retornar a los estudios. Uno ya no tiene el hábito de estudiar y mantener la concentración sin interrupción durante horas, se hace muy difícil. A pesar de estas opiniones, me he dado cuenta de que cada uno de nosotros puede desarrollarse y hacer lo que debe hacer, sin ninguna de esas limitaciones.

Como yo quería tener un puesto más importante dentro de la empresa en la que trabajo y no había completado mis estudios, era necesario que los retomara. Quería obtener una maestría y me di cuenta de que para lograr un puesto con más responsabilidad, necesitaba ese diploma de alto nivel.

La maestría me iba a llevar ocho meses de estudio muy intenso, pues tenía un empleo de tiempo completo que ocupaba todas mis horas; a eso se le agregaría una tesis para presentar frente a un panel de profesores que me llevaría un año y medio preparar. Yo sabía que esto requeriría de un esfuerzo enorme, sobre todo porque no era mi especialización. A esta maestría de Comercio Internacional en París, normalmente sólo pueden acceder directores de exportación con la práctica de ejecutivos en esa área. Yo tenía experiencia profesional en logística, pero no de aduana ni de materias más específicas. Por todo ello parecía que el sacrificio iba a ser muy grande, pero también sabía que era justo hacerlo. Además, tenía algo en qué apoyarme: las herramientas espirituales. Me daba cuenta de que había temas que no eran mi fuerte, tales como contabilidad o el aspecto financiero, que son tan importantes y que, cuando aún estaba en la universidad, no eran precisamente mis materias preferidas.

Pero me di cuenta de que necesitaba comprender que, por ser espiritual, en realidad ya tenía la capacidad de entender todo. Cuando comprendemos que esta capacidad no radica en el cerebro, ni es algo exterior que tenemos que obtener, es cuando percibimos que ya tenemos esa habilidad. Entonces comencé a estudiar y a orar mucho sobre la inspiración, lo que es la inteligencia, de dónde viene y dónde está.

Hay una bellísima historia en la Biblia, muy práctica para aplicar hoy en día, en la cual el rey Salomón le pide a Dios que le dé sabiduría. Salomón era el hijo del rey David, y al fallecer éste, fue coronado rey siendo aún muy joven; tan joven, que no se sentía con la capacidad de reinar. En esa época, los reyes eran los que impartían justicia y cuando la gente tenía problemas iban ante su soberano para que éste los resolviera. Uno puede imaginar cómo se sentiría el joven Salomón, con menos de veinte años, y reconociéndose sin la capacidad ni la inteligencia para llevar a cabo esa tarea tan ardua.

La Biblia recoge las palabras del joven rey: "Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?" (1 Reyes 3:7–9). Estas palabras fueron del agrado de Dios porque según el relato bíblico, el Señor le responde lo siguiente: "Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido..." (1 Reyes 3:11, 12).

Me resultó muy interesante que Salomón le pidiera inteligencia a Dios porque es algo que sólo se puede pedir a un poder supremo que esté por encima de nosotros. Si pedimos sabiduría, ésta viene con mucha inspiración y de una manera muy fluida ya que no reside en el cerebro, ni es algo material, sino espiritual. Hay una definición de inteligencia que se encuentra en Ciencia y Salud que dice asi: “Inteligencia: Sustancia; la Mente autoexistente y eterna; lo que nunca está inconsciente ni limitado” (pág. 588). Y en otra página del mismo libro leemos lo siguiente: "Pregunta — ¿Qué es inteligencia? Respuesta — Inteligencia es omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. Es la cualidad primaria y eterna de la Mente infinita, del Principio trino y uno — Vida, Verdad y Amor — denominado Dios” (pág. 469).

Esa cualidad que proviene de Dios, es omnipresente y omnipotente. No es algo que algunos poseen y otros no. Todos la pueden recibir de una manera directa, independiente de la educación académica. Otra frase de Ciencia y Salud que me ayudó muchísimo es la siguiente: “Nada es nuevo para el Espíritu” (pág. 518). Espíritu, con mayúscula, es otro nombre para Dios. Esta frase me trajo libertad. A veces, cuando se me presentaban problemas, tenía complejo de inferioridad, y sentía que no tenía ni la experiencia ni la educación ni la preparación de años para enfrentarlos. Al darme cuenta de que el Espíritu y la Mente son infinitos y que vivo en esa Mente y en ese Espíritu, me tranquilicé. Pienso que Salomón trabajó con estas mismas ideas, que esto fue lo que recibió de Dios y lo que le permitió tener acceso directo al Espíritu, a la Mente.

Me gusta mucho la palabra inspiración. Ésta viene del latín: inspirare, significa tomar hacia adentro, y cuando tomamos la inteligencia que viene de Dios, la aceptamos como al aire que respiramos y sin complejo de inferioridad. Pienso que la gente que siente que le falta educación, tiene en Ciencia y Salud esa definición de improvisación científica que dice así: “La Mente no necesita depender de procedimientos educativos. Posee de por sí toda belleza y poesía y el poder de expresarlas. El Espíritu, Dios, se oye cuando los sentidos guardan silencio. Todos somos capaces de hacer más de lo que hacemos. La influencia o acción del Alma confiere libertad, lo cual explica el fenómeno de la improvisación y del fervor de labios incultos”. Esas palabras son revolucionarias porque generalmente se piensa lo contrario, que solamente una clase de gente puede tener acceso a esa libertad que dan el aprendizaje y los años de trabajo. La educación es necesaria, pero el acceso a la inteligencia es directo e instantáneo.

El final de la historia de Salomón es muy interesante. A la mañana siguiente de haber soñado con Dios y de obtener la sabiduría que había pedido, recibió a dos mujeres que le plantearon un problema muy serio. Ambas reclamaban a un niño como propio y era muy difícil saber cuál de las dos decía la verdad. A Salomón, entonces, se le ocurre una idea sumamente original, la de pedir una espada y decir que va a cortar al niño por la mitad. Esta idea, aparentemente descabellada, fue la que resolvió todo el asunto. A la primera mujer que salió en defensa del niño, y que prefirió verlo en posesión de otra mujer antes que muerto, es a la que el rey ordenó que se lo entregaran.

Cuando le pedimos a Dios inteligencia con humildad, recibimos las ideas correctas.

Leyendo esta historia me di cuenta de que el trabajo significa tomar decisiones y para hacerlo necesitamos, más que la experiencia, inspiración para apoyarnos en la inteligencia más alta, la divina. Cuando pedimos a Dios con mucha humildad, como lo hizo Salomón, recibimos las ideas correctas en el momento correcto.

Recuerdo que teníamos que hacer un ejercicio de análisis financiero de cuatro horas. El profesor era el director internacional de un banco, tenía treinta años de analista financiero y yo me sentía como Salomón frente a él. El ejercicio era sobre una entidad bancaria real en la que el director debía decidir si invertir o no en una empresa. Era una decisión muy importante. Los estudiantes empezaron a afanarse con las calculadoras durante horas y me di cuenta de que yo no debía hacer lo mismo porque sentí que ésa no era la manera de hacerlo. Me apoyé completamente en la única fuente de inspiración. No me preocupé por la mecánica y los cálculos, sino por el razonamiento y de esa forma llegué a la respuesta correcta. Me dio un gran placer darme cuenta de que esta materia, que siempre me había dado tanto trabajo, ya no era difícil para mí, y terminé en el primer lugar de la promoción.

Me parece muy importante haber aprendido que, aunque me encuentre ante personas que tienen mucha experiencia, no tengo que sentirme inferior, porque todos tenemos acceso a la fuente más elevada de sabiduría. Podemos pensar libremente y tener el valor de la convicción. Aunque a veces mis ideas parezcan un poco descabelladas por lo diferentes, si Dios me guía, puedo tener la confianza de que vienen de la inteligencia más alta. Muchas veces me he dado cuenta de que funcionan muy bien y que la gente aprecia mi pensamiento original.

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