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La oración sana toda una plantación

Del número de julio de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


MI PADRE era agricultor y tenía una viña. En una oportunidad, hace unos años, utilizó un producto para fumigar las hojas. Quizá por exceso o por haberlo empleado fuera de tiempo, cuando llegó la época de la cosecha las uvas presentaban manchas que formaban como una costra. Esto hacía a las uvas impresentables ante el mercado puesto que les quitaba calidad.

Viendo a mi padre muy disgustado, le pregunté si quería que orase para encontrar una solución espiritual a esta situación y me respondió que sí. Yo tenía a mi disposición la Biblia y el libro Ciencia y Salud para encarar el problema, y el estudio de ambos me impulsó a poner toda mi confianza en la Verdad, Dios.

De la Biblia, recuerdo concretamente el pasaje de Juan, donde se menciona la vid y el pámpano. Allí Jesucristo dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador... Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto... Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho" (Juan 15:1, 5, 7).

Leyendo esto y ayudada por Ciencia y Salud, entendí que el verdadero agricultor es Dios y que Su viña, las ideas espirituales que nosotros reflejamos, también incluía los frutos. Las uvas también pertenecían a Su creación y Él cuidaba de ellas de la misma forma. Comprendí también que mi padre reflejaba las cualidades de Dios en el cuidado que ponía en su viña y en el esmero por procurar un fruto de buena calidad para poder ofrecerlo. Me mantuve firme en esa idea de que Dios es el verdadero agricultor y que mi padre reflejaba cualidades divinas.

Al poco tiempo comenzó a llover, pero a pesar de que todos estaban muy contentos porque pensaban que se había limpiado el fruto, la uva continuó presentando manchas. Aun así seguí manteniéndome imperturbable en la convicción de la Verdad. Al cabo de unos meses, limpiamos la uva, aunque todavía quedaban manchas. La envasamos y la enviamos al mercado.

Siempre que los agricultores mandan la uva al mercado por lo general quedan cajas sin vender, las cuales se regresan a la viña. Mi padre, sin embargo, nunca tuvo cajas de regreso, y esta vez no fue la excepción. Lo cierto es que no sólo se vendió toda la producción sino que fue el año en que sacamos más ganancia.

Esta experiencia me mostró la superioridad de las leyes espirituales sobre lo que llamamos leyes materiales. Vi en parte que todo es posible para Dios, aunque para los ojos humanos no haya soluciones.

Estas demostraciones del poder de Dios son un báculo en que apoyarnos. Cuando uno mira hacia atrás, encuentra en estas pruebas fuerza para solucionar los problemas que enfrentamos a diario.


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