LA RELIGIÓN encuentra expresión en himnos, cánticos y canciones tradicionales, por lo que la música es uno de sus elementos esenciales. Hoy en día el mundo se ve bendecido por un creciente movimiento de festivales que procuran difundir y popularizar la música sacra con el fin de incluir a un número cada vez mayor de tradiciones religiosas.
Este movimiento tuvo su origen en el Festival Internacional de Música Sacra de Fez, Marruecos, que este año celebrará su 9a edición bajo el título “De mi alma a la tuya”. Se han realizado otros festivales de música sacra en Inglaterra, Luxemburgo, Brasil, Japón, Sudáfrica, Irlanda, Canadá, Tailandia, India y Estados Unidos, y actualmente se están organizando nuevos festivales en otros países.
Muchos de estos festivales crecieron a partir de una semilla plantada por Su Santidad el Dalai Lama, quien percibió la necesidad y el deseo de organizar festivales de música entre distintas religiones para la llegada del nuevo milenio. En 1998 escribió: “Hay algo trascendente y unificador en la música, que resulta evidente en la música sacra de todas las comunidades, la misma expresa los anhelos compartidos de todos los habitantes del mundo. En este espíritu, es que se inicia el Festival Internacional de Música Sacra como una congregación de personas de diversos ámbitos, culturas y tradiciones, que se reúnen para compartir y nutrir la más profunda expresión del espíritu humano, que es parte de cada uno de nosotros”.
Sus palabras impulsaron a habitantes de muchos países a organizar eventos a nivel local. Esta serie de festivales comenzó en octubre de 1999 en Los Ángeles, recorrió todos los continentes y concluyó en Bangalore, India, en abril del 2000.
Nancy Fischer y José “Pepe” Danza, miembros de un pequeño grupo de músicos y organizadores de eventos de Vancouver, Canadá, escucharon el llamado del Dalai Lama. Nancy, actualmente directora ejecutiva del festival, califica de “sucesión de milagros” a los acontecimientos que les permitieron pasar a integrar la serie de Festivales Internacionales de Música Sacra del Dalai Lama.
En su calidad de director musical del festival, Pepe ha incorporado a algunas funciones el violín vietnamita “ko ni”, con resonancia bucal, perteneciente al “Conjunto Khac Chi”, y hasta un enorme instrumento piramidal pentatónico, traído desde Francia por el sanador espiritual Fabien Maman.
Pepe, que toca la batería, la guitarra y muchos otros cientos de instrumentos que ha acumulado a través de los años, atribuye su salud y su energía a la música y a su familia. “Jamás he creído que la música y la espiritualidad pudieran separarse”, señala.
Hay algo trascendente y unificador en la música...
“En un sentido más amplio”, agrega, “la música es un poderoso agente que impulsa el cambio positivo y gradual. En la actualidad se expande a través de una enorme red de personas cuya percepción y comprensión espiritual está aumentando. Creo que la música está produciendo cambios graduales en la conciencia a nivel mundial, de manera muy sutil”.
Pepe considera que los festivales de música sacra son particularmente importantes para el mundo luego de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. “Esa tragedia realmente nos despertó. Espero que, como músicos, nos demos cuenta del poder sanador de la música y lo utilicemos para crear una gran hermandad en todo el mundo”.
Además de sus funciones, el Festival de Vancouver incluye talleres. Jerry Des Voignes — cantante, compositor y maestro que ha pasado más de una década aprendiendo y enseñando canto armónico tibetano y tuvano — condujo uno de los talleres. Jerry inició su canto con un primer tono que resonó en toda la enorme iglesia de piedra; el siguiente se elevó misteriosamente por sobre el primero, en perfecta armonía con él. Las armonías cambiaban, iban y venían, con una dinámica de sonidos altos y bajos, graves y agudos. Jerry se detuvo para explicar la técnica y muy pronto todo el público estaba cantando música sacra al nivel más elemental: el que puede producirse simplemente con la voz humana.
El Festival de Vancouver, que celebró ya su 4a edición, inspiró a su vez a algunos estadounidenses, que el 16 de noviembre del año pasado organizaron el Primer Festival Anual de Música Sacra en el “Centro para una Vida Espiritual” de Seattle.
“Me gusta todo tipo de música, pero la música sacra es algo especial”, dice Keith Jefferson, “pues nos da una nueva perspectiva sobre la manera de celebrar y adorar que tiene la gente”. Keith y su esposa integran un heterogéneo grupo de personas que una fresca noche de otoño concurrió a un festival de diez horas de duración en el que participaron ocho grupos, entre ellos el “Grupo de Canto Medieval Peregrino”, el Coro Evangelista “La Experiencia Total” y el grupo de canto judío “Tiferet”.
Los estandartes que se colocaron en lo alto del santuario representaban las principales tradiciones religiosas. Cuando los músicos ocuparon sus lugares, el murmullo de la multitud dio paso al silencio. “One World Taiko”, grupo japonés, con sede en Seattle, subió al escenario y representó una pieza que incluía danza y música, para ser escuchada con los oídos y sentida con el corazón.
Entre canción y canción, Nancy Okazi, integrante del grupo musical, explicó que hace miles de años los aldeanos utilizaban los tambores “taiko” para comunicarse entre sí y con la divinidad. El valor de una aldea se definía por el alcance de sus tambores: cuanto más fuerte sonaban los tambores, más grande era la aldea.
Eric O'del, director musical del festival, considera que este tipo de festivales atrae a una comunidad de personas de ánimo espiritual, incluso a quienes no pertenecen a una denominación religiosa en particular. “La música está más allá de los dogmas, nos congrega y nos permite ver las cosas que tenemos en común. Los concurrentes a estos festivales vienen porque en ellos encuentran respuesta a su necesidad de relacionarse con otras personas y crear una comunidad que supere las divisiones y las fronteras que están ocasionando tantos problemas en el mundo”.
Es obvio que una serie de canciones no podría jamás expresar todo el sentir de una determinada denominación religiosa. Stephen Merritt, líder de “Tiferet”, sonríe con entusiasmo y a menudo interrumpe el ensayo para explicar el contenido de las canciones. No obstante, igualmente se las arregla para dirigir a su grupo de canto de 22 personas, que interpreta ocho canciones en menos de una hora, lo que según Merritt es todo un desafío, pues durante el festival tienen menos de 50 minutos para interpretar música judía.
A niveles más elementales, muchas comunidades tienen minifestivales en forma de celebraciones interreligiosas. Las comunidades religiosas de Olimpia, Washington, se han reunido una vez al año, desde hace casi una década, para celebrar el día de Acción de Gracias. El servicio del 24 de noviembre del año pasado, de dos horas de duración, convocó una multitud en Primera Iglesia de Cristo, Científico, donde miembros de más de 12 denominaciones religiosas interpretaron canciones, danzaron al son de la música, leyeron textos y entonaron cánticos, bajo la atenta mirada de un público en el que había representantes de muchas otras religiones.
...nos congrega y nos permite ver las cosas que tenemos en común.
Los tambores suenan cada vez más fuerte y la aldea global va creciendo. Gente de todas partes del mundo está encontrando formas de “aclamar a Dios con alegría” Véase Salmo 66:1. y compartir su gozo con sus semejantes.