Conversación con
autora, directora y entrenadora de artistas neoyorquinos.“Tómense unos momentos al iniciar y terminar cada día para recordarse a sí mismos que están en un peregrinaje espiritual”. La voz es firme y clara y llega con facilidad hasta el fondo del salón. Pero si cree que está en una clase de religión, está equivocado. Ésta es una clase de actuación en la Academia Cinematográfica de Nueva York con Kathryn Bild, quien continúa diciendo: “Recuerden que su propósito es brillar, de modo que ese brillo contribuya a la gloria de la vida. El arte de ustedes es el medio por el que hacen ese aporte”.
Si usted no aspira a ser actor, puede estar en otra clase con Kathryn puliendo su habilidad para hablar en público, y ella, con la misma resolución, se asegurará de que usted tenga presente: “Recuerda que estás tocando la vida de otras personas, influyendo en la forma en que piensan, toman decisiones y se sienten con respecto a sí mismas. Eso va a tener un efecto en el mundo. Así que acepta este honor y asume la responsabilidad con seriedad, brindándoles lo mejor que hay dentro de ti”.
Kathryn enseña las técnicas de actuación de Stanislavsky y Strasberg, en clases privadas y en la Academia de Cinematografía. No obstante, su capacitación y experiencias personales abarcan un rango mucho más amplio. Ganó el premio Grammy como Productora de Videos del Año, por la creación y producción de una serie de cuentos breves en comedia titulada Las partes del elefante. Ha dirigido y producido docenas de comerciales para televisión así como películas cortas; ha escrito novelas, guiones cinematográficos y canciones, además de columnas para periódicos y revistas. Hace unos meses publicó un libro titulado: La actuación desde una perspectiva espiritual.
Kathryn le quita importancia al Grammy que le otorgaron, sugiriendo que si bien esos premios se reciben con agrado como gestos de aprobación de la profesión, es muy fácil que se los valore erróneamente.
“Te tientan a buscar la aprobación o un sentido de excelencia fuera de uno mismo”, dice ella. “Pero los verdaderos artistas tienen un mejor tino. Ellos saben que sólo uno mismo puede darse el permiso para ser actor; que sólo uno mismo puede juzgar más objetivamente su labor. Si no sienten que su actuación es auténtica, no le resultará auténtica a los demás. En mi caso — y estoy convencida de que a muchos nos pasa lo mismo — lo que más quiero es la aprobación de Dios”, explica Kathryn. “Después de todo, El es el Creador; es Su trabajo el que estoy haciendo.
“La Biblia dice: ‘vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera'. Génesis 1:31. Para mí, esto significa que Dios es el que hace que yo escriba, actúe, dirija y haga lo que sea, bien; y luego mueve a los demás para que vean que así lo he hecho. Siempre es Dios quien hace el trabajo y Dios quien ve el trabajo bien hecho. Ésa es mi norma siempre que escribo o dirijo algo. Eso completa el círculo de labor y compensación que conduce a la satisfacción del artista, y nada más puede lograrlo”.
Kathryn se apresura a agregar que aun cuando a un artista le otorgan un premio, no es para que “se duerma en sus laureles”, ni siquiera cuando comienza a enseñar. “En cualquiera de las artes, el maestro debe tener una forma activa de expresión artística. Uno debe ser capaz de predicar con el ejemplo, porque eso es lo que lo mantiene al día e informado de lo que ocurre en su campo de actividad. Además lo mantiene a uno humilde, consciente de que es tan sólo un niño más del reino. Le impide creer que sabe algo que los demás no saben, pues la enseñanza de las artes no consiste en eso. Al realizar mi trabajo me he dado cuenta de que la enseñanza consiste en animar a los estudiantes a que expresen lo que ya saben”.
A menudo le preguntan a Kathryn si sus abiertas referencias a sus creencias espirituales no alejan a sus estudiantes, o a los potenciales compradores de sus libros.
“Por el contrario”, dice ella, “muchos de ellos me han dicho que se interesaron debido a mi disposición de ir directamente al grano. Sólo estoy tratando de persuadir a la gente para que den lo máximo de sí mismos, que expresen el potencial que Dios les ha otorgado. No piensan que mi forma de enseñar pertenece a alguna fe religiosa; la consideran más bien universal y al alcance de todos, dondequiera que estén en su peregrinaje espiritual.
“Pienso en lo que dijo Mary Baker Eddy acerca de los millones de mentes sin prejuicios en el mundo. Ciertamente hay muchas de ellas aquí, en Nueva York. Ella habló de estos ‘sencillos buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto...’ esperando ‘con anhelo descanso y refrigerio’. Ella sugirió que deberíamos darles ‘un vaso de agua fría en nombre de Cristo’ y jamás temer las consecuencias.Ciencia y Salud, pág. 570.
“Eso es lo que estoy tratando de hacer. Hablo con los buscadores que vienen a mi encuentro de una forma que puedan entender fácilmente, tal como: ‘Tu propósito es expresar toda la magnificencia de la vida. Tienes la oportunidad de contribuir a que la vida sea ‘fabulosa’, simplemente siendo una gran persona’. Nunca me han dicho: ‘No creo que eso sea lo adecuado para mí’, o ‘No quiero hacer eso’, o ‘Me parece demasiado’. Por el contrario, sus ojos se iluminan, porque he aquí alguien que les confirma que lo que ellos quieren que sea cierto, es cierto”.
Kathryn y yo conversamos acerca de si este enfoque a veces no raya en lo simplista, corriendo el riesgo de que los jóvenes menos experimentados, o algo ingenuos, que entran en el mundo del espectáculo, se sientan desilusionados. ¿No se corre el riesgo de crear demasiadas expectativas en una profesión que se caracteriza por tener pocas oportunidades de empelo y dudosas prácticas de contratación?
“¿Cómo es posible eso?” pregunta Kathryn. “La verdad es la verdad en todos lados. Y ¿qué mejor lugar para aceptar y aplicar la verdad como norma que en la influyente área del arte?
“Todo se reduce a la integridad del artista — a su enfoque de la realidad”, continúa ella. “Los artistas, si son sinceros con lo que realmente quieren, aprenden a confiar en sus instintos sus más íntimos deseos. Recuerdo que en una ocasión, me comí un helado y luego pensé: ‘Todavía tengo hambre, quiero otro’, y me dije: ‘Está bien, Kathryn, si realmente lo quieres, puedes comerlo. Pero asegurémonos de que sea verdad’. Luego me pregunté a mí misma: ‘¿Qué es lo que realmente quieres?' Repentinamente me di cuenta de que lo que quería hacer, era ir a mi casa, sacar el material necesario y ponerme a pintar algo. Deseaba realmente sentir esa sensación infantil, esa verdadera satisfacción creativa, y yo lo había mal interpretado pensando que lo que quería era otro helado.
“He aprendido que si somos leales a nuestros verdaderos deseos, éstos no nos inducirán a cometer errores, porque nuestros verdaderos instintos y deseos provienen de Dios. Creo que la vida que Dios nos da es buena, y que Él apoya cada paso que damos en ella.
“También les recuerdo a mis alumnos de actuación y de dirección que el arte dramático ha sido parte de la sociedad desde tiempos inmemoriales, y que se puede considerar como una expresión profundamente gratificante de servir a la comunidad en la que ellos viven. Cuando uno lo ve desde este punto de vista, es rápidamente absorbido por el trabajo, que además tiene la ventaja de ahuyentar el meido al público. No hay tiempo para estar enojado, preocupado o asustado. Uno está trabajando.
“Esto nos lleva a lo que se necesita para hablar en público. He descubierto que todo orador de éxito se prepara para hablar de la misma manera que un actor se prepara para hacer un papel. Toma muy en serio su tarea, y trabaja con el material hasta que lo domina por completo. No se paran frente al público y tratan de recordar cosas con la esperanza de decir algo inteligente antes de hacer el ridículo; sino que han digerido todo el material, lo entienden, creen en él, y dicen las cosas de la manera que las quieren decir. Esto les permite conectarse de inmediato y con confianza con el público.
“Aconsejo a los que se van a expresar en forma oral o escrita, que utilicen las historias o anécdotas que más los han afectado, que les han enseñado algo o que incluso los han conmovido. De esa manera, quienes los escuchen o lean sentirán esa misma emoción. Pero sobre todo, les digo que amen a su público, que realmente amen tener esa comunicación con ellos”.
¿Qué les dice Kathryn, una experimentada productora y directora, a sus estudiantes acerca de aceptar papeles en películas violentas o de sexo? ¿Acaso no resulta difícil mantenerse firme en una posición cuando se está desesperado por conseguir trabajo?
“Sí, a veces sí. Ése es el desafío que enfrentamos cuando nos olvidamos temporalmente de que Dios es el que dirige el espectáculo. Todo se reduce a que cada individuo vuelva a ser leal consigo mismo. Como artistas, no es nuestra responsabilidad arreglar personas, situaciones o el mundo, aun cuando deseamos que el mundo se beneficie con nuestro trabajo.
“No hay nada de malo en participar en películas que tratan sobre violencia si lo hacemos sinceramente y en forma auténtica. El problema surge cuando el actor agranda o hace énfasis en la violencia o en cualquier otra cosa, no con el fin de servir a los demás, sino para vender más entradas.
“La función que tiene el trabajo del artista en la sociedad, es iluminar, inspirar y alentar a la gente. Por cierto que también deseamos entretener. La única forma de lograr esto es trabajando y resolviendo los asuntos que nos preocupan a nosotros como individuos.
“No importa cuál sea nuestra profesión”, concluye Kathryn, “o de qué manera nos clasificamos a nosotros mismos. Estoy convencida de que la verdadera misión de cada uno de nosotros es desarrollar nuestro fabuloso potencial atestiguando y expresando la verdad de que la vida es buena. Hacer esto, tiene el maravilloso efecto de bendecir a otros y permitirles tener una percepción espiritual que traiga curación”.