UNA NOCHE, como a las 3 de la madrugada, desperté con mucho dolor en un tobillo. No podía recordar si me había caído o me había golpeado. Cuando quise ponerme de pie, no pude apoyar ese pie y cuando intenté andar, tuve que caminar cojeando.
He aprendido que es importante ver las cosas desde un punto de vista espiritual. Así que procuré, con bastante esfuerzo de mi parte, reconocer que no existen accidentes en el reino de Dios, porque todos estamos bajo el control de la Mente divina, donde no hay desarmonía ni dolor. Mi manera de orar es reconocer que hay un único Creador, Dios, que es perfecto y bueno. Tuve que orar bastante y por mucho tiempo pero sabía que, si uno es persistente, siempre vence. Al final pude volver a dormir.
Por la mañana decidí levantarme y hacer mi vida normal aunque aún tenía algo de dolor. Al principio estaba un poco incómoda, pero la verdad es que ya casi no me dolía. Entonces pude hacer mi vida habitual, hice los recados durante la mañana, y por la tarde fui a la casa de mi hija y estuve jugando y paseando con mis nietos. Todo estaba completamente normal. Incluso me vino un pensamiento que me causó gracia, era como si todo lo de la noche anterior hubiera sido un sueño.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!