Los momentos que nos gusta recordar son como barquillas que flotan apaciblemente en el océano de la memoria. Posiblemente, nuestro interés en tenerlos a mano es lo que ha hecho que se mantengan sobre la superficie.
Hemos vivido estos momentos y de muchos no hemos salido sin haber aprendido algo. De algunos, salimos con renovadas ganas de vivir; de otros, con un sentimiento más inclinado a dar sin esperar nada en retorno; y aún de otros, con la firme convicción de que fue Dios quien sanó nuestros malestares.
Tal vez por eso en este número presentamos a colaboradores que, por ejemplo, tuvieron momentos de diálogo en paz donde se llegó a valorar la bondad de Dios, como lo muestra el artículo de la página 6.