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Luz al peregrino en las sombras de la guerra

Del número de julio de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


De LA COSTA norte de Colombia a Bogotá hay unos 1.200 kilómetros de distancia por carretera. Una vez, por circunstancias propias de mi trabajo, tuve que hacer ese recorrido de noche, en una camioneta que tenía más de 15 años. Salí a las 6 de la tarde y un acompañante ocasional se me unió en el viaje, lo que fue para mí un gran alivio.

Estas carreteras son estrechas, sin señalización nocturna, y bastantes trechos están en mal estado. Además, la mayor parte del recorrido se halla en territorio de guerra, que se ha dado en llamar “zona roja”.

Una de las prácticas de campaña más usuales de la guerrilla es la denominada “Pesca milagrosa”. que consiste en hacer retenes ilegales, es decir, detienen a los vehículos para llevarse a los pasajeros y luego pedir rescate por ellos. Aunque nuestra vieja camioneta no era tan atractiva como para ser una "Pesca milagrosa", no dejaba de inquietarnos la posibilidad de caer en uno de esos retenes.

Habíamos recorrido unos 300 kilómetros, y serían como las 11 de la noche cuando alcanzamos a un vehículo que se desplazaba muy lentamente y con luces intermitentes. Estas luces podían indicar varias cosas: que estaba averiado, que estaba esperando a alguien, que su conductor era una persona con poca visión, o que viajaba con precaución por posibles enfrentamientos entre actores de la guerra. Como llovía intensamente y había poca visibilidad lo seguí durante una hora. Cuando lo rebasé, noté que no llevaba las luces plenas encendidas. Si bien parecía que se le hubiese averiado el generador de corriente, también recordé que muchas veces la guerrilla se desplazaba con vehículos sin luces. De todos modos, opté por hacerle una señal para que me siguiera y así lo hizo. Cuando llegamos a una población iluminada, después de recorrer 600 kilómetros, el vehículo nos rebasó y sus ocupantes nos hicieron muchas señas expresando gratitud. Supongo que no pararon porque en esos lugares, por prevención, uno no debe detenerse.

Mi acompañante resultó ser un conversador magnífico. Quizás según se acostumbra para que el conductor no se duerma, se esforzaba por sostener la conversación. Seguimos sin detenernos y hablamos de muchas cosas pero la conversación se había tornado verdaderamente interesante a partir del momento que comenzamos a servirle de orientación al vehículo que nos seguía sin luces. Mi acompañante se sintió satisfecho de que hubiéramos ayudado a esas personas, y dijo: “Si todos los seres humanos tuviéramos este comportamiento no estaríamos en esta guerra tan horrible y sin sentido”. Esta conversación me dio la oportunidad de hablar de lo que yo había aprendido acerca de Dios, o el Amor divino, y cómo sana la oración según la Christian Science la presenta. Se mostró muy receptivo y pasó casi de inmediato al plano de las preguntas. Quería que le diera mi opinión a la luz de esos bellos conceptos que acababa de escuchar, acerca de una serie de hechos extraños que le ocurrían.

Comenzó por decirme que él no reaccionaba ante las ofensas o ante quienes le hacían daño, sin embargo, notaba que a todos los que lo habían agredido les iba muy mal, y me habló de casos concretos. Para terminar, agregó: “Creo que Dios es mi vengador”, y luego me preguntó qué creía al respecto. Le dije: “Mary Baker Eddy, fue una mujer maravillosa, quien así como nosotros ayudamos a ese vehículo sin luces a través de un camino lleno de sombras, confusión y peligros, dejó el mejor libro que jamás se haya escrito sobre la conducta humana, iluminando la senda de buscadores de la Verdad y resolviendo inquietudes de todo tipo.

El libro es Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, y me ha ayudado a comprender que esta horrible guerra, como usted la llama, igual que todas esas cosas que le han ocurrido, tienen origen en nuestro pensamiento, en cuyo escenario se maquinan crímenes y acciones malas de toda índole. Con el estudio de este libro he aprendido que Dios es un Ser lleno de bondad y que por lo tanto es ajeno a odios, rencores y envidias que son los artífices de ésta y todas las guerras. En este libro uno aprende que Dios es Amor, y que no hay un Dios capaz de odiar o de vengarse. Su naturaleza es espiritual, por lo que es incapaz de herir o ser herido”.

También recordé en ese momento que M. B. Eddy también escribe: “Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ ” (pág. 340).

Después le dije: “Así que, cuando el Amor divino sea quien gobierne su pensamiento, cesará toda oportunidad de que alguien pretenda hacerle daño y por ende cesará la oportunidad de que la venganza tenga los efectos funestos que usted ha comentado, de tal manera que ya no estaremos contribuyendo con el odio que azota nuestra nación”. A esa actividad de odio, envidia, cobardía y venganza, que tiene como escenario el pensamiento, M. B. Eddy la llama “La danza de la mente mortal” (Ibid., pág. 250)

Ya casi al final de nuestro camino, una sensación de alegría y regocijo pareció invadir el interior de la vieja camioneta, que por más de 15 horas de duro camino había tenido un comportamiento perfecto. Y por lo demás, llegamos sin sobresaltos, sin “pescas milagrosas”, sin amenazas, sin averías y llenos de regocijo.

Mi compañero de viaje es hoy, casi dos años mas tarde, un feliz estudiante de la Christian Science, y manifiesta con gratitud que destruyó el pensamiento de venganza que lo rodeaba. Es una persona feliz y afirma con gran convicción que su mejor compañero en el viaje de la vida es Ciencia y Salud.

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